4 de febrero de 2016

Las comadres molineñas recuperaron la tradición



La tradición de comadres, que formó parte de la cultura tarijeña desde épocas cuyas fechas precisas es difícil identificar, es una tradición que estuvo en decadencia en la segunda mitad del siglo XX pero que en la década del 80 recobró vigencia y tomó fuerza hasta llegar a ser una celebración típicamente tarijeña que se festeja también en otros lugares del país.
La fiesta de comadres es una celebración donde la mujer es la protagonista. “Ese día la mujer se llena de coraje para decir estoy aquí, soy mujer y me puedo divertir”, resume Carmen Julia Vargas, quien destaca la esencia de esta fiesta en la que el objetivo principal es estrechar los lazos de amistad pero además, “se trata de divertirse de manera más cordial, bailando y haciendo cada año un ritual para demostrar el cariño”.
Carmen es parte del grupo de comadres pioneras en la recuperación de la tradición y en la innovación de nuevas formas y reglas para el ritual de “hacer comadres” a las grandes amigas, por lo que conoce muy bien de que se trata.
Antes de los 80 y en los primeros años de la creación de los grupos de comadres se conservaba aún el espíritu de la fiesta. “Antes las cosas eran más genuinas, más originales, no se pensaba mucho en la parte comercial, se pensaba más en la comadre a la que se elegía para toda la vida”.
Sobre la base de esta manera de sentir la amistad se elaboró el ritual para celebrar este día. Lo tradicional era que se mandaba la torta, a veces venían del campo y traían a entregar la torta, llegaba la persona a la casa y se le invitaba un almuerzo o cualquier cosa que se hubiera preparado. “Era algo más entre familias, participaban todos, el sentido era valorar la amistad, el hecho de ser vecinos y agradecer por algún favor que hubiese hecho la persona por la familia”, recuerda Carmen Julia.
Fue en 1982 cuando por primera vez se armó un grupo de comadres y se comenzó la recuperación de esta tradición en la ciudad de Tarija.
“El 82 comenzamos en una casa tradicional de nuestro barrio, en la casa de la familia Esper Valenzuela, solamente 20 mujeres del barrio, netamente molineñas, no había de otros lugares”.
Eran todas amigas, más o menos de la misma edad, y la idea inicial era hacer una fiesta donde todas tenían que salir con una comadre. “Salíamos bailando en grupo, nos hacíamos ver y así les contagiábamos y otras personas querían bailar”.
Tres años después el grupo subió en número hasta 700 mujeres que encabezaron la primera entrada de comadres.
“Había una disposición de la Alcaldía que decía que nosotras teníamos que encabezar, ir primero como comadres pioneras”, subraya.
“El que ha iniciado las entradas de comadres fue el doctor Zamora, y él ha sido uno de nuestros primeros compadres, era tan amplio que no le importaba que vivía en San Roque, pero cuando tenía que ser molineño, era molineño”, explica.
Las comadres molineñas se mantuvieron vigentes en las entradas de comadres hasta cumplir los 25 años de participación en 2007, cuando celebraron sus Bodas de Rosa Pascua .
Posteriormente, el grupo se fue desarmando debido a que consideraron necesario dar el espacio a personas más jóvenes para su organización. “Hemos dado un paso al costado para que organicen otras más jóvenes pero no resultó igual”. De acuerdo a Carmen Julia Vargas, muchas cosas fueron cambiando tanto en la forma de preservar la tradición como los rituales que la sustentaban.
“Se hacía más difícil porque venía gente de otros lados que no conocían la tradición y además era más gente y ya era difícil que fuera igual”.
La celebración de comadres era una celebración que en sus inicios comenzaba a las cuatro de la tarde. Cada comadre llegaba con su canasta y luego se sorteaba y se llamaba a la persona para que se le entregara su canasta. “Esto era para ser equitativos y que todas recibieran su torta de comadres”.
Eran fiestas en las que la diversión se basaba en bailar, reír e invitarse cócteles mutuamente. La fiesta duraba hasta las dos de la madrugada más o menos cuando cada una volvía a su casa caminando sin ningún temor. “Nuestros esposos e hijos estaban durmiendo, no había quien nos recogiera”, comenta y recuerda un episodio cuando el esposo de una de las comadres, muy probablemente de otra región, se atrevió a ir a recoger a su esposa. “Como se la va a llevar, déjela divertirse”, protestaron las comadres que ante la insistencia del esposo lo corretearon hasta la avenida y tuvo que irse sin su esposa.
Eso era parte de la tradición, los hombres tenían prohibido el ingreso a la fiesta, excepto “el compadre” que, por tradición, ellas elegían cada año y que era un varón elegido en base a ciertas características muy loables de su personalidad. “Era una persona que tenía que ser muy querida en el barrio, no importaba la edad ni la condición social. Podía ser muy humilde o también una autoridad, pero se lo elegía por el cariño que le teníamos. Le mandábamos un oficio muy conceptuoso donde le poníamos las cualidades por las que le nombrábamos nuestro padrino”. El padrino hacía un obsequio a las comadres a veces “regalaba la banda, los tragos, los recuerdos, o cualquier otro regalo que él quería”.
En la fiesta él era el único varón que podía ingresar, además de los compadres de los años anteriores. “Ese día en la fiesta le entregábamos su torta, una torta grande”.
Solamente una vez se negó la entrada a una mujer. “Era una amiga que durante la fiesta nos criticó, entonces le dijimos que no iba a venir más y lo hicimos cumplir, ella nos rogaba todos los años que la dejáramos entrar, me hablaba a mí o a otras comadres y les decía ya pues entraré, pero nosotros decíamos que ya era una tradición que no entre y nunca la dejamos entrar”. Lo interesante es que ni ella ni las demás comadres guardaban ningún resentimiento y seguían siendo amigas pese a que no le permitían participar de la fiesta de comadres.
Otra tradición que se mantuvo fue la de la comadre que siempre se dormía en la fiesta. “Como comenzábamos a las cuatro de la tarde, a las ocho ella ya se dormía, todos los años, como nosotros ya sabíamos la hacíamos acostar en un sofá y decíamos, déjenla, ella siempre se duerme, ya era tradición”.
Las comadres bailaban tonadas y cuecas, sobre todo este último baile era el característico de los festejos.
Actualmente el grupo se mantiene muy reducido. El año pasado fueron alrededor de 90 comadres que festejaron juntas, siempre en la casa de doña Hortensia de Vargas.
La idea central cuando se inició la tradición de hacer grupos de comadres y salir a bailar por las calles y posteriormente hacer una entrada de comadres era recuperar la tradición. “Porque se estaba perdiendo-explica-, la fiesta no tenía casi ninguna repercusión, como todo, iba perdiendo su eco y la idea era recuperarla y nos sentimos orgullosas de haber recuperado esta fiesta que se ha convertido en algo representativo que incluso se ha extendido a otras regiones del país”, dice refiriéndose al hecho de que pese a que algunos aspectos esenciales de la celebración se han ido perdiendo con su masificación, se ha logrado recuperar la tradición y hacerla crecer como parte de la cultura chapaca.

LA LARGA TRADICIÓN DE COMADRES EN TARIJA

Pioneras
Las comadres molineñas fueron pioneras en la masificación de la celebración de comadres, instituyendo los festejos de grupos grandes de mujeres que luego hicieron posible la entrada de comadres que crece en participación cada año.

El afiche
Este fue el primer afiche que se hizo para socializar la celebración por parte de las comadres molineñas cuando celebraron su aniversario número 15. En el collage de fotografías se puede apreciar a las comadres más antiguas.

La torta
Lo tradicional fue siempre el intercambio de tortas que con el tiempo se fue complementando con otros productos, de acuerdo al gusto y cariño de la comadre, pero en la que se mantiene, además de la torta, elementos como la albahaca y las rosas pascuas.


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