Por modernidad y comodidad, la careta del Pepino ha pasado por varias transformaciones. Con su experiencia, los bordadores señalan que las caretas de yeso o el cartón son las más expresivas y que en las de acrílico se pierde la sonrisa de este personaje.
En la tradicional calle Los Andes varios escaparates y tiendas exhiben coloridos trajes de pepinos. Nuevos rostros se asoman, unos con estrellas, mariposas y corazones; otros, con tres cuernos curvos con lentejuelas y dientes de espejo que brillan en una sonrisa a medias.
"Las últimas caretas se hacen de acrílico porque es más liviano y duradero; pero al momento de armarlas y adornarlas pierden la sonrisa y el toque alegre y sarcástico del Pepino”, explica Claudia Moller, de Bordados Imperial.
Moller, quien aprendió de sus abuelos a dar rostro a las máscaras del amo y señor del Carnaval, está convencida de que las caretas de yeso eran más expresivas en los ojos, pómulos y labios.
"Las de yeso tenían los rasgos más alegres, en ésas se podía sacar la sonrisa del verdadero Pepino, elegante y picarón. Las de fibra y acrílico son más finas, no se puede poner los rasgos típicos del Pepino, sólo nos acercamos a sus facciones”, relató la bordadora que indicó que tarda entre una a dos horas en darle personalidad a cada careta.
En los últimos años, por el amplio interés de las fraternidades de hacer comparsas de pepinos y ch’utas, tanto el traje como la máscara se han modernizado. Los diseños y gustos de los comparseros han hecho que las tradicionales caretas de cartón y el verdadero rostro del Pepino queden relegados por los trajes desechables.
"Desde hace unos cuatro años las comparsas mandan a hacer las máscaras en fibra y se adornan más parecidas al Arlequín. Cada vez los cuernos son más curvos y están más adornados con cascabeles y lentejuelas. En las mejillas y ojos se pintan estrellas y diferentes diseños. Las de cartón son baratas y las llevan ya sólo para las farándulas de los colegios o del corso infantil”, dijo.
En estas caretas de cartón aún se ven los ojos de aquellos primeros rostros que se trabajaban en yute y que en las cejas tenían lanas de col
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