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27 de marzo de 2017
El traje del tinku pierde su identidad cultural
Desde el tiempo de la colonia el traje del tinku sufre una serie de reformas en el diseño de los tejidos y los colores, ahora queda poco del atuendo original. Según Rolando Iglesias, un apasionado de las culturas originarias del pueblo potosino, la consecuente modificación en dichas prendas, significa la destrucción de un lenguaje de símbolos que sobrevivió a los años, por tanto se estaría perdiendo la identidad cultural de los ayllus del norte potosino.
A propósito de la fiesta del Carnaval que todavía se vive en varias comunidades de Potosí, donde se aprecia la estilización de los trajes del tinku, la danza más representativa de la Villa Imperial, el periodista potosino, Rolando Iglesias Ibáñez, que trabaja en radio y televisión desde hace 27 años, actual corresponsal de la Red Unitel desde hace diez años expresa: “Preservar el color, la forma y el diseño del traje del tinku, que describe la vida diaria de los ayllus Laime, Jukumani, Macha y Pocoata, no solo guarda el valor artístico de la danza, también recupera la identidad del danzante con el ayllu al que pertenece, por eso es importante no deformar la vestimenta para evitar el robo de la expresión de cultura viva”.
Iglesias es un apasionado de la cultura de los pueblos potosinos, en especial de los tejidos de las culturas Jalq’a y Calcha; realizó varias investigaciones con los comunarios de ayllus y comunidades de Potosí, en sus lugares de origen, para obtener información de primera fuente.
Tinku
El tinku es una palabra quechua que significa “encuentro”, que como acción tiene una serie de connotaciones que van desde lo espiritual hasta lo cultural.
Varios investigadores manifiestan que el tinku es el encuentro ocasional de dos grupos antagónicos, que se enfrascan en una pelea cuerpo a cuerpo buscando ofrendar a la Pachamama o Madre Tierra, la sangre del vencido como agradecimiento por las futuras cosechas.
Tiene origen prehispánico, pero cuando llegaron los españoles adquirió una connotación pagano religiosa porque hicieron coincidir esta manifestación cultural con la Fiesta de la Cruz, tratando de aminorar la importancia de la Pachamama.
El tinku adquirió protagonismo durante la revolución de 1952, cuando la repartición de tierras ocasionó que el antagonismo ocasional entre ayllus se convierta en un conflicto de linderos que se arrastró por varias décadas hasta la apaciguación de los ayllus guerreros.
Los ayllus tradicionales son los Laimes, Jukumanis, Machas, Pocoata y otros de las comunidades pertenecientes a la franja étnica Macha y correspondientes a las parcialidades de alaxsaya y manqhasaxa (los de arriba y los de abajo).
Según Iglesias, el tinku tiene varias etapas bien definidas que comienzan el 2 de mayo, con la llegada de los ayllus a la plaza de Macha para participar de la Fiesta de la Cruz el 3 de mayo, donde se enfrentan los antagónicos.
Todo comienza con el ritual de la danza, donde hombres y mujeres bailan acompañados con instrumentos propios del lugar como charangos y pinquillos que interpretan jula julas, hasta que aparece la luz del nuevo día, momento en el que se dará paso a otro tipo de manifestaciones.
En el preámbulo del encuentro los guerreros danzantes divisan a sus adversarios, lanzan palabras desafiantes que acompañan con movimientos, zapateos y mímica extrema que culminará con el tinku o la pelea con el rival.
La danza
Los pasos de la danza son la recopilación de los movimientos del guerrero que desarrolla una serie de mímicas e intenso zapateo mientras desafía a su ocasional rival. Esta improvisada coreografía ha sido llevada a las entradas folclóricas de las ciudades donde se conoce como la danza del tinku.
Es así que la ropa de la etnia Macha sufrió varias modificaciones desde 1781, con el decreto del visitador general Areche, que siguió a la ejecución de Túpac Amaru II e incluyó la prohibición de la lengua quechua, el uso de prendas indígenas y cualquier mención o conmemoración de la cultura incaica y su historia.
“Así la ropa sufrió cambios en su forma, pero no en su esencia, ya que muchas piezas no desaparecieron por el decreto. Se resguardaron en secreto conservando colores y diseños propios del ayllu, que representan la conservación de la identidad, en especial el aqsu y la lijlla donde se escribe la historia de la persona o del ayllu a través del pallay”, sostiene el entendido.
En casi todas las comunidades del norte de Potosí se habla quechua, con excepción de algunas donde se habla aymara. Tienen una gran variedad de textiles que se reflejan en la indumentaria de sus habitantes, que si bien lucen parecidas tienen diferencias poco notorias que expresan su identidad propia en cuanto a colores y diseños, pero manteniendo el aqsu, la almilla, la lijlla y el chumpi como el común denominador y que se fabrican con el pampa away (telar andino).
La excepción es el rebozo, que se borda a máquina y se adquiere en las ferias de los pueblos habiéndose integrado a la vestimenta de las mujeres.
El sombrero es usado por las mujeres a diario y es adornado para fechas importantes como la Fiesta de la Cruz, con los phulula o butunas cuyos colores identifican a cada ayllu, una especie de pompones pequeños hábilmente fabricados por las mujeres para el adorno de sombreros y otras.
“El rebozo es una manta rectangular bordada con elementos al gusto del artesano que puede presentar elementos que no son de la región, como aves o flores de climas más cálidos, que los ayllus del norte de Potosí también comparten con colores y formas”, explica Iglesias.
El chumpi es de uso mixto, sirve para sujetar la calzona de los varones o la almilla o pollera de las mujeres, el ancho, el diseño y los colores dependen del lugar dónde se fabrican. Por ejemplo, los chumpis o fajas de Llallagua son más coloridos y trabajados respecto a los de Macha o Tinguipaya.
Las figuras geométricas son la base del elemento ornamental del aqsu, de uso exclusivo de las mujeres, que se constituye en el adorno de la almilla, que de a poco fue desapareciendo en algunas provincias con clima más benigno, es decir dónde se dejó de usar la almilla también se dejó de usar el aqsu.
La llijlla o aguayo es una pieza de uso mixto, no sólo sirve para transportar a las wawas, o cargar bultos también tiene un uso ritual. Está formado por dos khallus (mitades) unidos entre sí; su pallay o parte ornamental es la que muestra a que ayllu corresponde, con figuras geométricas o de animales propios de la región como vizcachas y felinos andinos, que además pueden contener relatos de la vida de la comunidad o de la familia.
“Son obras de arte con una belleza extraordinaria; su fabricación puede ser con lana de oveja, de llama o con lana acrílica como se hace hoy en día”, destaca el investigador.
La waylla waylla, t’ipa o chupa, hace unos años era de uso exclusivo masculino, pero ahora también lo usan las mujeres en las fiestas. Esta pieza colorida y ricamente elaborada identifica a las mujeres como pasantes, la usan como adorno en el cuello y los hombres la utilizan colgada en la cintura.
La chuspa que es de uso mixto también se teje en telar de piso, pero más pequeño; se usa como bolsa para guardar coca para el acullicu, dinero o como adorno en las fiestas.
La montera original se asemeja al casco español, es de cuero, está forrado por dentro con plancha de metal y su función es proteger la cabeza de los golpes del contrincante durante el tinku, lleva una pluma de suri como adorno. En las ciudades la llenan exageradamente de adornos que nada tienen que ver con el tinku, dice el entrevistado.
El ch’ulu se teje con lana de oveja o llama, está ricamente decorada, sus dibujos reflejan escenas de la vida cotidiana del ayllu donde aparecen los animales de la región.
El chaleco es otra pieza que desaparece, se hacía con bayeta de la tierra, con colores tenues y oscuros, la espalda era de color negro y la parte frontal de colores tenues cuadriculados que podían ser utilizados de ambas caras y los colores distinguían a qué ayllu pertenecía.
“Actualmente, la chaqueta sufrió cambios radicales no sólo en las fiestas de la ciudad, los cambios también se ven en las comunidades. Ahora esta prenda tiene colores muy vistosos, con elementos decorativos bordados a máquina, con figuras como dragones aves y otras que nada tienen que ver con el ayllu”, alerta Iglesias.
La sica, tejida por los varones de la comunidad sólo se usa para el tinku. Con el tiempo también sufrió variaciones con el uso de colores más vivos similar a las polainas. Antiguamente, esta pieza solo se elaboraba con los colores básicos o naturales de las lanas, cubrían gran parte de la pierna.
La Calzona o el pantalón estaba hecho de bayeta de la tierra en blanco y negro, pero ahora se ve en colores muy fuertes que deslucen la esencia misma del tinku.
Los hombres se cubren la parte delantera del cuerpo con la lijlla, que forma un triángulo a la altura de la cintura. Es otro elemento decorativo por sus colores y figuras, es de menor tamaño y de mayor finura en su textura con relación a los usados por las mujeres.
Las chalinas son piezas decorativas que dependiendo de las líneas y colores identifican al ayllu al que pertenece el guerrero danzante.
Entradas folclóricas
Los cambios en las prendas se acentúan más con la aparición de la danza del tinku en las entradas folclóricas de los pueblos mineros, luego en las ciudades donde se convierte en una manifestación folclórica que da paso a una deformación total de los colores, formas y diseños que ya no son realizados con un sentido de identidad.
La deformación también llega a las fiestas de las comunidades a través de los jóvenes migrantes que retornan para bailar en el Carnaval, por ejemplo, introducen calzonas o pantalones de color violeta, rojo o morado, contradiciendo al blanco o negro de la bayeta de la tierra.
“Los adultos mayores de las comunidades deben trasmitir sus conocimientos en el arte del tejido a las nuevas generaciones, para evitar que la influencia de la ropa de las ciudades transforme la vestimenta de los ayllus. Asimismo, en las ciudades se debe crear conciencia para evitar la deformación de la danza", recomienda Iglesias. •
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