27 de julio de 2012

Magdalena, hoy celebra 292 años


La ciudad beniana de Santa María Magdalena, creada en 1720 como misión jesuítica por el padre Gabriel Ruiz y José Tenlladro, celebra este 22 de julio su 292.º aniversario de fundación con una fastuosa fiesta patronal que contempla un nutrido programa festivo.
El remozado aeropuerto de la capital de la provincia Iténez, distante 294 kilómetros de Trinidad, volvió a tener una agitada frecuencia de vuelos y la consiguiente aglomeración de muchos pobladores curiosos que asistieron a la pista para observar el arribo de cientos de itonamas (gentilicio con que se los conoce) que retornaron a su tierra por devoción (a pagar promesas a la Virgen) y a festejar con euforia junto a amigos y familiares.
Es el mes propicio para mostrar lo mejor que tiene esta localidad que fue la primera población beniana en ser elevada al rango de ciudad por ley del 5 de diciembre de 1906. Por ello, la Alcaldía Municipal, presidida por Jaime Álvarez, desarrolló un programa de actividades deportivas y culturales, con la consiguiente presencia de ilustres autoridades nacionales y departamentales.
Entre la variopinta oferta de distracción, resaltaron las elecciones de La Anoca (Mama), la Tiyaya (Señorita), la Mipi’i (Niña) y la miss Magdalena, la presentación de danzas folclóricas, ferias de comidas y danzas, la gran entrada folclórica, la fiesta de gala del 21, la parada del palo ensebao, jocheos de toros, carreras de caballos, feria ganadera, remates de ganado, misa y solemne procesión el 22 con la Santa Patrona cargada por sus más fieles devotos.
Magdalena, ciudad ribereña asentada en la margen izquierda del río Itonamas, mantiene inalterables sus tradiciones, con una población aproximada de 13.000 habitantes, descendientes de aborígenes itonamas y de hidalgos cruceños que echaron sus raíces durante el auge de la goma y constituyeron una sociedad culta y progresista a la batuta del autor de Siringa, Juan B. Coimbra, que publicaba su periódico El Porvenir.
Está conformada por gente amable y laboriosa que mantiene intacto el lenguaje castizo y que intenta recuperar el dialecto itonama para mantener el legado a las futuras generaciones. Cuenta con los principales servicios básicos y su economía está basada en la ganadería y la agricultura. De clima cálido, tiene como atractivos principales sus ríos, lagunas y pampas.
Es la tierra donde se degusta el camba muerto (carne picada y sazonada envuelta en hoja de plátano) y se baila con desbordante alegría la festividad de Judas Iscariote. Es la cuna de personalidades, como el cacique Andrés Guayacho, el héroe de la Guerra del Chaco Cnl. Carmelo Cuéllar, el pedagogo César Chávez Taborga, el ilustrador Jorge Coimbra y el escritor Hernando García Vespa.
Visitar Magdalena es retornar al pasado añorado del oriente boliviano, con sus calles enrojecidas y sus amplios corredores, en los que los vecinos instalan interminables tertulias que hacen sentir al forastero como en su casa.

EMPUJE. Durante el auge de la goma se asentaron muchas familias cruceñas. La actividad comercial aumentó. Aún se ven carretones con ruedas de madera







    HISTORIA   
Más de 1.000 itonamas
SOMETIDOS
El sometimiento de más de 1.000 personas de la etnia Itonama por parte de un destacamento de civiles y militares de Santa Cruz fue el detonante para que los jesuitas enviaran al padre Gabriel Ruiz a reunir en la comarca de Mayague, hoy Magdalena, a varias tribus. Formalizó la fundación de Santa María Magdalena el 22 de julio de 1720.

Empieza el auge
CON LOS JESUITAS
Según el explorador portugués Félix de Lima, la misión jesuítica tuvo una época de esplendor (1742), con un sistema de trabajo organizado y voluntario de los indígenas itonamas, que sobrepasaban los 6.000 habitantes. (Actualmente, la población tiene 13.000). Todo acabó con la expulsión de los jesuitas en 1768.

Expulsión
FIN DEL ESPLENDOR
A partir de 1768, con la expulsión de los jesuitas, empezó el atraso por la deficiente administración de las autoridades designadas por el Estado y personas que fungieron como curas sin serlo y que se dedicaron a corromper a los aborígenes. La misión, según Miguel Domingo Saucedo, fue una de las principales de la Compañía de Jesús.

Segundo auge
ÉPOCA DE LA GOMA
Magdalena tuvo su segunda época dorada durante el auge de la goma (1880-1920), no exenta del trabajo forzado de los originarios. Era el granero del Beni. Proveía de alimentos a las barracas y pueblos que se quedaron sin agricultores, etapa en la que tuvo mucho que ver el asentamiento de familias cruceñas cultas que alcanzaron prosperidad y generaron movimiento comercial.

Celebración y alarma
Veintiséis son los números de la revista Cadomoje Itonama que se han publicado. El nombre alude al saludo de antaño en Magdalena; significa Buenos días itonama. Está en circulación. La publicación, cuya portada aparece en esta foto, incluye una entrevista al gobernador de Beni y da cuenta de varias actividades como el inicio del desayuno escolar, la dotación de energía eléctrica a Nivayo y Nirumo y el comienzo del programa PAN, (Programa de Atención a los Niños).
Se cuentan también actividades como la Feria del Horneado, otra de las tarjetas y postres organizadas por los colegios, novedades como la donación de dos nuevas motocicletas para la Policía y el recuerdo de intelectuales como Hernando García Vespa.
El editorial de la publicación está dedicado a la fiebra hemorrágica. Lejos está este mal, causado por el virus Machupo (cuyo vector es un ratón), de desaparecer. En la memoria colectiva está la epidemia que empezó en 1959 y que causó varias muertes en Orobayaya y San Joaquín. En junio de este año han muerto dos personas en las provincias Mamoré e Iténez. Los mecanismos de reacción tardaron 21 días en empezar a funcionar. No hay laboratorios especializados ni siquiera en Trinidad, protesta el editorialista.



HISTORIA. Organizadores de las fiestas patrias de 1905. Fue tomada pocos años después de la publicación de esta crónica (1890-1910). Fue enviada por Marcelino D. Clementelli a un amigo de Trinidad

 Así era el pueblo a finales del siglo XIX

Es un pueblo como todos los del oriente de Bolivia, por su aspecto urbano y por las costumbres de sus habitantes. De modo que nosotros verdaderamente nos creíamos  “en nuestra casa”, como repiten los periódicos de la capital al saludar el arribo de algún personaje de campanillas. Y es lógica tal semejanza: desde los días coloniales y con mayor intensidad en los tiempos de la República, cruceños fueron los gobernantes, los párrocos, los maestros de escuela, los administradores de los bienes del fisco y de la Iglesia; los comerciantes, industriales y artesanos que figuraron en las primeras planas de la fundación de todos estos pueblos. Influencia cruceña, con todas las virtudes y defectos de la raza, fue la que se esparció por todo el ámbito de la llanura boliviana, desde Mato Grosso hasta los Andes.
Bastaría citar algunos nombres de los jefes de familia que encontramos a nuestra llegada, para saber de lo cruceña que era la sociedad de Magdalena: don Ángel María Dorado, don Gabriel Ortiz, don Hipólito Fernando Durán, don José y Andrés Arza, don Alexis Suárez, don José R. Muñoz, el notable don Pedro Manuel Hurtado, don Simón Dorado, don Nicomedes Ortiz, los jueces Dr. Manuel María Durán y Soleto, Ángel Salvatierra y Elizardo Pedraza Bravo, el cura José Lorenzo de Velasco, etc., todos apellidos solariegos que dan la idea de un padrón de los tercios castellanos destacados a las campañas de Flandes.
Los cambas, como se llama generalmente a los indios del Beni, los cambas itonamas, formaban -como es natural- la gran mayoría del pueblo, siendo notable la circunstancia de que muchos de ellos hubieran sabido ya expresarse en castellano para sus relaciones con los carayanas, nombre que se daba -también de un modo general- a los blancos. Solo dentro de la familia y en sus manifestaciones de regocijo usaban el dialecto, que tiene voces flexibles, de amplio significado, a la vez que palabras sintéticas de dicción sonora y precisa.
La epidemia de viruela que en 1896 asoló a toda la comarca viniendo de Santa Cruz, destruyó los troncos raciales, las clásicas cepas aborígenes, dejando solo los retoños. De aquí que se compactara mejor toda la generación de mestizos y criollos, en cuyas venas circulaba esa sangre de vaqueros y cazadores -con veleidades de artistas- de los nuevos indios.


Un muñeco que representa a Judas, en andas


El itonama es sobrio y de costumbres regularmente honestas. Fuerte para el trabajo. Limpio, obediente y laborioso. El alma recelosa que trae de la selva, se aquieta en la comprensión de la lealtad y el honor en el sentido castizo. Incorporado a la familia cruceña, se tornó expresivo y obsequioso.
Ya definitivamente de espaldas al monte y rescatados  por la civilización, los hombres visten camisa, pantalón y una chaqueta corta (cuanto más corta, más elegante), aunque existe la minoría conservadora que se aferra a la camiseta, túnica de algodón blanca y larga, con pequeñas guardas de vivo color por los costados, camiseta que para el trabajo amarran a la cintura con faja recamada de dibujos.

Las mujeres, tradicionalistas por esencia, solo han aceptado embellecer el tipoi con flecos y adornos cuando no se los mandan a hacer de zarazas floreadas que compran a los tenderos de cosas de ultramar. Se adornan el pelo con cintas de colores simples y el cuello con varios hilos de cuentas vistosas, en que no faltan las garras de tigre y los dientes de caimán encasquillados, así como pequeños caracoles y toda la variedad de semillas pintadas que hay en los bosques (sirari).
Aficionados a la música. Tocan sus flautas acompañadas de tambores y a su compás surgen en las fiestas los cánticos y las danzas seculares, por veces diabólicas, por veces amorosas y abstraídas.

El gran día para los itonamas es el 22 de julio, en el que se celebra a la “patrona”, la Santa a cuya advocación se ha entregado el pueblo. Bajo la devota efigie de ojos penitentes alzados al cielo, los cabellos esparcidos y esa ostentosa capa tachonada de chaquiras con que los “donantes” se empeñan en ataviarla, florecen alrededor del Yorebabasté*, armoniosas y rítmicas, las mejores piezas del folclore musical, que mueven interminables cadenas de danzantes.
Relato extraído de ‘Siringa’, del celebérrimo autor cruceño que describió a la Magdalena de finales del siglo XIX y principios del XX. *Danza con la que se homenajea a la patrona.



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