7 de febrero de 2010

Una visita a la casa Cardozo


Raúl Shaw Moreno comparte escenario cada día con Violeta Parra, Víctor Heredia, Mercedes Sosa y una centena de artistas en la calle Junín 738 de la ciudad de Oruro. Su potente voz llena por igual el estudio, en el que unos niños juegan a dibujar; el taller, donde nacen pututus de cerámica, y el galpón, en el que un escultor transforma una piedra a golpe de cincel. El arte, en pleno, suena y brota hasta por las ventanas de la Casa Arte Taller Cardozo Velásquez.

En este mundo de no más de 250 metros cuadrados habitan la escultura, la arquitectura, la pintura, la música y hasta la danza. “Nunca construimos con ese objetivo. Me decían: ‘tu casa es medio rara, ¿puedo traer a mis amigos?’; y así nació todo. Ahora hasta aparecemos en trípticos como un destino turístico”, resume Gonzalo Cardozo Alcalá, el escultor de 54 años famoso por sus múltiples apodos (Tata Gonzalo, Tata Santiago o Tata Bombori) y propietario de la vivienda.

Su familia vive allí hace 21 años y a diario recibe visitas de turistas y público en general. “Éste es el hogar para todos quienes aman la cultura”, cuenta Tani (27) —del aymara Flor de Tani Tani—, una de las cinco hijas del matrimonio Cardozo Velásquez.

Aquí germinan los pututus

Un benemérito sonríe y un niño sueña con que su carrito de lata se convierta en uno de verdad. Las dos pinturas destacan en las cuatro paredes del estudio de la Casa Museo, la primera parada de la visita. Las obras son de Lulhy (19) —del aymara picaflor—, la cuarta de las herederas. “Pese al olvido, el benemérito es feliz y digno. En el caso del chiquito, ya tenía el bosquejo y le agregué un auto grande que refleja su sueño”, explica la joven morena de larga cabellera.

En el centro del estudio, cinco pequeños dibujan con la maestra María Velásquez (47). La esposa de Gonzalo Cardozo, ceramista y talladora, ayuda a sus hijas Kurmi (14) —del aymara arco iris— y Lulhy en las clases de pintura y dibujo que imparten a los niños.

Bastidores con aretes, anillos en lana y ganchos se exhiben en los muros del estudio. La línea de bisutería se llama K’ata Detalles (Único en quechua). “Cada diseño es exclusivo”, resume, con una sonrisa Lulhy, la creadora.

Una puerta separa este ambiente del primer taller. Allí, entre caballetes y una gigantografía de un paisaje de Curahuara de Carangas en el techo, una decena de pututus se forjan en un horno industrial a 800 grados centígrados. “Preparamos 30 para la ceremonia del 21 de enero en Tiwakanku”, sostiene Cardozo y muestra instrumentos hechos en cuero, cerámica y piedra. “Los pututus de buey no son andinos, fueron traídos en la colonia”, aclara el hombre de barba y bigote.

La inconfundible voz de Shaw Moreno ha dado paso a las notas del tema musical Encuentros, interpretado por el grupo paceño Wara. Sigue el paseo por la Casa.

Donde reposa el ajayu

Construido originalmente como el living y comedor de la casa, este ambiente de 10 metros es hoy una pinacoteca contemporánea, una sala de exposiciones de cerámica precolombina y un espacio donde los amigos se reúnen para cantar. Caben hasta mil personas, explica Cardozo. “Aquí tenemos pinturas de Ricardo Pérez Alcalá, Darío Antezana, Édgar Arandia, Mario Conde, Alfredo La Placa y otros”, enumera las decenas de obras de reconocidos artistas plásticos de Bolivia.

La presencia de algunos de ellos, y de todo aquel que visita la Casa Museo, está registrada en cinco libros. “Nosotros intentamos atrapar el espíritu o el ajayu de cada persona porque creemos que cada uno debe dejar siempre algo, así sea una firma”, añade el artista de los múltiples apodos y enseña un libro gordo con las dedicatorias de la ex alcaldesa paceña Mónica Medina, el humorista David Santalla, el ex ministro de culturas Pablo Groux y la actual senadora Ana María Romero de Campero, entre centenares de autógrafos.

El anfitrión del sombrero de ala ancha se dirige a una de las esquinas de la pinacoteca. Aún suena el disco de Wara, pero Cardozo anuncia una sorpresa musical.

Alarga el brazo y busca un CD. “Este bolero es único, fue escrito por el periodista orureño Ramiro Beltrán y lo canta Raúl Shaw Moreno junto al trío San Juan”, expone con orgullo. Las tristes notas del tema Contéstame invaden el espacio. El artista tiene una colección de 1.000 CD, centenares de cassetes y discos de vinilo.

Al llegar a otra de las esquinas del living, el artista habla en voz baja y prende una vela. “Es un altar. Aquí recordamos a William Ernesto Centellas, Saúl Maldonado y otros que se adelantaron”, explica ceremonioso.

La Tierra, la piedra

El dueño de Casa Museo se encuentra ahora en sus plenos dominios. Al fondo de un pequeño galpón, las llamas de una fragua ponen al rojo vivo el metal. “En invierno trabajo en este taller”. Cardozo infla el pecho mientras empuña una tenaza y un martillo sobre un yunque.

Frente a una escultura de metal antropomorfa, que parece ofrecer una esfera de piedra, explica el tema de su más reciente obra. “Es como si este hombre de hierro me dijera: ‘Te presto mi hogar, la Tierra, ¡cuídalo!’ En esta vida todo es prestado. Ése es el concepto que estoy trabajando ahora”. Unas 2.000 pétreas esferas están esparcidas en el patio. “Esculpo esferas en piedra porque creo que la Tierra y la roca nacieron el mismo día”, explica.

Los juguetes de la dignidad

En esta sala de la Casa, por unos minutos, el escultor abandona su imagen seria y deja que sus ojos brillen. “De niño me divertía con estos carritos y pistolas de hojalata. Ahora las pilas (baterías) mataron la creatividad de los chicos. Pero, a éstos les llamo: Los juguetes de la dignidad”, reflexiona.

Antes de retomar la gravedad, desempolva un auto hecho con un recipiente de sardinas, la quijada de un toro que asemeja a una pistola, un hueso de vaca con forma de un dinosaurio, muñecas de lana y pelotas de trapo.

Ritos para agradecer

Una de las últimas paradas conduce a dos fuentes de agua. Allí, el artista realiza una ceremonia para la Pachamama. “Siempre pido por la salud de mis hijas y de mi esposa. Este ritual es lo primero que hago cada mañana”, dice y acerca unas hojas de cedrón, romero y ruda a un bracero del que emanan exóticos aromas.

El ritual ha convocado a la familia en pleno. A Gonzalo y María se suman sus hijas Kurmi, Lulhy y Tani, y las que faltaban, Wara (28) —del aymara estrella— y la de los “ojitos”, Naira (29).

Ahora todas están listas para abordar, como cada fin de semana, el Bus del Arte con el que expanden la cultura por Oruro. En este colectivo de colores alegres, los siete creadores de la familia Cardozo llevan gratuitamente sus talleres de pintura, escultura y cerámica a los diversos barrios de la capital del folklore.

En la Casa Museo, las voces de Raúl Shaw Moreno y sus colegas hacen una pausa. También descansan los pinceles de pintura y los cinceles del escultor. Esperarán hasta el lunes para atrapar ajayus en la calle Junín 738.

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