30 de enero de 2013

La Anata Andina es respuesta descolonizadora al Carnaval

La Anata Andina, que nació en el departamento de Oruro hace 20 años, surgió de las bases del campesinado. Fue impulsado por su dirigencia, en respuesta contestataria al carnaval folklórico, como señal de un proceso de descolonización de la cultura autóctona, afirma el antropólogo e investigador, Ramiro Gutiérrez Condori.

En su reciente estudio “La Anata Andina: 20 años de descolonización de la danza y la música originaria del departamento de Oruro”, el investigador señala que el año 1993, cuando la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb) logró posicionarse en el contexto político, la federación departamental orureña realizó la primera entrada autóctona.

“El discurso era de descolonización, del Pachakuti (nuevo tiempo). Se trataba de una propuesta contestataria, de decir: este es el verdadero carnaval. Una de las causas que ha generado que se produzca este evento, es la tergiversación de las danzas autóctonas que se dio en el carnaval folklórico”, afirma el antropólogo orureño al Periódico Digital PIEB.

Gutiérrez señala que las comunidades campesinas aymaras y quechuas así como las indígenas Urus, que habitan el área rural de Oruro, no se veían identificadas en las manifestaciones folklóricas del gran carnaval folklórico, por lo que se propusieron rescatar sus melodías, instrumentos, vestimentas, coreografía y esencia para manifestarlo en el ámbito urbano.

En 1993, luego de varios años de haber promovido festivales autóctonos, se realiza la primera versión de la Anata Andina. Sus organizadores le atribuyeron a la entrada dos significados: por un lado, el Pachakuti, el empiezo de un nuevo periodo de revalorización indígena y cultural. Por el otro, un ritual de agradecimiento a la Pachamama (Madre Tierra) por la producción recibida durante el ciclo agrícola, que coincide además con el jallu pacha (época de lluvias), mientras que la entrada folklórica es de tipo pagano religioso en honor a la Virgen del Socavón.

“Se trataba de marcar la diferencia entre el carnaval de los criollos y mestizos con el carnaval andino. En sus primeras versiones comenzaba al revés de la entrada folklórica; es decir, desde la plaza Walterkon de la zona sur hasta llegar a la zona norte. Las entradas folklóricas han servido para marcar los límites entre lo que es indígena y lo que no lo es", señala.

Por tanto, dice Gutiérrez, la Anata Andina se constituye en un desfile urbano que se realiza en el mes de febrero, organizado por la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos y, a diferencia de otro tipo de festivales de música, es un encuentro cultural contestatario y de protesta.

A partir de la segunda mitad del siglo XX se folkloriza la música autóctona. En la década de los 80 aparecen danzas como Los Potolos, Los Suri Sicuris o Los Tinkus, que surgieron de las transformaciones de danzas autóctonas, lo cual fue mal visto por los originarios.

Del rechazo a la aceptación

En sus inicios, la Anata Andina atravesó situaciones de rechazo y discriminación, no sólo por parte de la sociedad mestiza urbana de Oruro, sino también por las instituciones más representativas. Incluso no se le permitía pasar por la puerta de la Prefectura departamental de Oruro. “Había mucha indiferencia de la gente y rechazo porque los comunarios iban dejando coca y comida a su paso, pero eso fue cambiando con el transcurso de los años”, dice el antropólogo Ramiro Gutiérrez.

Hoy, la Anata Andina cuenta con 150 grupos de 135 comunidades, que no sólo ofrecen su cultura al público nacional e internacional, sino que también concursan y compiten entre sí para ganar tractores y otros premios.

Sin embargo, los concursos fueron tergiversando la esencia de la Anata Andina, a tal punto que confrontó a grupos y comunidades por acceder a premios que ahora son bastante costosos. Antes ganaban herramientas de trabajo y semillas.



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