La proximidad entre la vida y la representación, entre lo estético y lo mundano, se vuelve particularmente
explícita en las dinámicas de la entrada y en su articulación de lo económico y lo religioso. Si el entendimiento
de la ‘veracidad’ del baile, dilucidado en el discurso sobre el traje festivo, hace que el modelo antropológico
de la inversión carnavalesca2 (Bakhtin 1968) sea inadecuado para describir el Gran Poder; el profundo
entrelazamiento entre la prosperidad económica y los aspectos religiosos convierten en inapropiada la teoría de
la fiesta como válvula de escape.
Stobart (2006: 5) observa cómo los enfoques académicos de los fenómenos sociales y de la producción y
reproducción social han sido afectados por un ‘reduccionismo económico’ que ha ido particularmente en
detrimento del entendimiento del mundo andino. Citando a Herzfeld, Stobart sugiere que la investigación social es afectada por una ‘división del trabajo cartesiana’ dónde supuestamente se omiten los aspectos no
materiales de la vida social, como la narrativa, la música y la representación.
En las secciones siguientes trataré de resaltar algunas características interesantes de la Fiesta del Gran Poder.
Abordaré los efectos materiales evocados por la entrada y su importancia en el diseño y la activación de
procesos sociales y económicos cruciales para el bienestar de la comunidad. Las inversiones en lo sobrenatural,
el movimiento, la circulación de fuerzas, cuerpos y recursos producidos por la entrada parecen lubricar las
relaciones y conexiones a lo largo del tejido urbano y también engendrar una fuerza generadora capaz de
impulsar la reproducción y el crecimiento. El concepto de producción del Gran Poder no es puramente
económico pero está también enraizado en una serie de fuerzas espirituales y sentimentales complejas, así
como en dinámicas relacionales.
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