31 de mayo de 2015

El Gran Poder se esmera para ser Patrimonio

"Ojo cerrado / te he querido”, coreaban bailarines, público y hasta el Vicepresidente al paso de las morenadas que participaron ayer en la Entrada del Gran Poder. Bloques de hasta 500 mujeres de pollera, cubiertas con elegantes mantas y ostentosas joyas, lucieron orgullosas su tradicional vestimenta, sin escotes ni transparencias. Este año la fiesta se postulará ante la Unesco para ser Patrimonio.
"Tuvimos una primera media jornada exitosa. La preocupación que teníamos ante posibles tergiversaciones al traje de la Chola Paceña ha quedado en el olvido. Ningún bloque de mujeres ha mostrado trajes con escotes que tergiversen el vestuario tal como se merece la fiesta para tener el título de Patrimonio de la Humanidad”, comentó mientras se movía al compás del bombo, el secretario municipal de Culturas, Javier Escalier.
En el palco central, con el mismo entusiasmo que Escalier, luego de bailar con dos bellas chinas morenas y tocar los platillos con una de la bandas el vicepresidente Álvaro García Linera dijo que se debe trabajar bastante y apoyar en lo que se pueda para que al igual que el Carnaval de Oruro, el Gran Poder logre ser un Patrimonio de la Humanidad.
"Ésta fiesta es parte de las raíces del paceño que una vez al año se viste de colores para decirle al mundo: ésta es La Paz, es cultura y creación. Se merece ser patrimonio”, dijo.
De fondo se escuchaba el crujir de las matracas que competían en originalidad por el esmero de cada fraternidad. Unas tenían forma de coches o televisores antiguos y otras pedían Mar para Bolivia. Los "turrilitos” de la morenada escondían su cansancio tras las brillosas máscaras de ojos grandes y labios prominentes que muerden una pipa.
Bajo el radiante sol, en la avenida Montes una docena de jóvenes de la fraternidad Wacas Aymaras de Bolivia, ataviados con trajes de kusillos, saltaban de izquierda a derecha alimentados por los aplausos de los espectadores. El público animaba y disfrutaba de las acrobacias que realizaba la tropa llena de la picardía típica del personaje.
En unas sillas cercanas con 11 polleras hechas en bayeta de la tierra, tres veces más pesada que la tela sintética, Carmen Saravia, víctima de los primeros calambres por el peso de su traje, se frotaba las piernas para continuar. "Tengo que hacerme pasar este calambre para cumplirle al Tata. Él va a permitir que llegue al final”, señaló.
En el recorrido miles de personas gritaban y bailaban en las graderías armadas para la ocasión. Por cada asiento pagaron desde 25 hasta 50 bolivianos en la Illampu o en la Camacho.
¡Fuerza, Gran Poder es patrimonio! gritaba un bloque de bellas caporalas con botas de cascabeles y látigos en las manos mientras con saltos ingresaban al palco central.


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