21 de marzo de 2022

‘LA INDUSTRIA SIN CHIMENEAS’: LA VIDA SOCIAL DE LAS MERCADERÍAS Parte 1

Entre los sectores populares, el desarrollo de una economía de mercado floreciente, el influjo de mercancías y el perfeccionamiento de sus propias prácticas bancarias, no parecen haber producido el proceso de alienación ilustrado por las teorías que explican estas transiciones emblemáticas a la economía de mercado. De acuerdo a las narrativas de la modernidad, la mayor ruptura en estas transiciones es producida por la alienación del individuo del producto material de sus actividades, la abstracción de lo que fuera concreto y una descontextualización y resignificación de las relaciones sociales. Si bien aquí lo he explicado en términos simplistas, este proceso de alejamiento del mundo material ha sido descrito en otro lado como una reificación, una ilusión sinóptica (Bourdieu 1977), un desanclaje6 (Polanyi 1959), una abstracción (Marx 1990). Quiero sugerir, a través del análisis de la racionalidad económica popular, otro desafío a dichas narrativas de modernidad, resaltando la relación específica entre los humanos y los objetos y entre los humanos y las mercancías en el caso de los sectores populares con los que he trabajado.

Los comentarios de las autoridades políticas y religiosas acerca de los sectores populares delatan una ideología y un entendimiento de las relaciones entre humanos como separadas e incompatibles con las relaciones con los objetos y mercancías. Para las autoridades, las exageraciones materiales durante la fiesta y la preocupación excesiva por el bienestar material van en detrimento del funcionamiento saludable de las relaciones sociales.

En otras palabras, el comercio de mercaderías supuestamente desplaza la preocupación por las relaciones sociales e induce un nuevo interés hacia los objetos. Se cosifican las relaciones, que se vuelven impulsadas por la conveniencia, produciendo codicia y dañando los vínculos sociales. A mi manera de pensar, los dominios sociales y materiales de los sectores populares se complementan de manera sorprendente. Tomaré aquí el emblemático ejemplo de la práctica cultural a fin de comprender algunas distorsiones del proceso de desanclaje o abstracción de lo humano del mundo material: la ch’alla de los minibuses por los sindicatos de transportistas durante el Carnaval.

En la tradición aymara, el Carnaval coincide con el Anata una fiesta en la cual la Pachamama es bendecida y se le agradece a través de ofrendas (ch’allas), con la esperanza de tener una cosecha abundante. En la ciudad, la ch’alla de la Pachamama como un generador de producto es sustituida por la ch’alla de cualquier objeto material (puede ser una oficina, una tienda o un taller) que se constituya en una fuente de ingreso para la familia o el sindicato. Para los miles de conductores de minibuses en La Paz, el minibús representa la fuente de ingreso que debe ser ch’allada y agradecida. De ser simplemente un instrumento utilitario generador de dinero, el minibús se transforma en estos momentos en una entidad con características espirituales y corpóreas.

En febrero de 2004, me encontré inesperadamente con una ch’alla de minibuses en la Terminal de buses del Cementerio. Doce minibuses, todos pertenecientes al mismo sindicato7, habían sido puestos en tres filas, todos mirando hacia una tarima improvisada en el medio de la calle donde un sistema de sonido reproducía morenada a través de parlantes gigantes. Se tocaba música y se servía cerveza para los minibuses, que eran, literalmente, tratados como cuerpos atribuyéndoles cualidades humanas. Estudios etnográficos en la parte rural de los Andes han afirmado cómo la música supuestamente fortifica el espíritu de la gente, de los animales y de los cultivos, estimulando su crecimiento y revolviendo sus emociones (Arnold y Yapita 1998; Stobart 2000). Los minibuses estaban ordenados en filas –una estructura bastante similar a la entrada– y eran sucesivamente ch’allados con pétalos y confeti sobre sus techos de manera similar a la bendición de los pasantes durante la fiesta. Más aún, se ataban flores a los espejos retrovisores, una imagen con poderosa reminiscencias de los adornos que se colocan en las orejas de las crías de ovejas y llamas después del parto. Luego de un periodo de intenso trabajo, los minibuses eran decorados, energizados con cerveza y música y agradecidos por sus servicios. El evento restaura las fuerzas y el vigor del minibús y lo apresta para un nuevo periodo de producción.

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