16 de agosto de 2021

EVOLUCIÓN DE LA FIESTA DEL GRAN PODER

 La celebración de fiestas con elementos autóctonos en la ciudad de La Paz es probablemente algo tan antiguo como su fundación. Desde siglos atrás, junto al núcleo “español” y “criollo” de la ciudad, esta ha tenido siempre sus barrios y parroquias periféricas “de indios”. Tales barrios jugaron un rol importante, por ejemplo, durante el cerco de Tupaj Katari en 1781, en que quedaron fuera de la zona cercada. Uno de los diarios de la época recuerda que el día de Corpus los indios hicieron “muchos bailes” y que andaban “entretenidos en sus danzas y borracheras”.

(Castañeda, 14 de junio 1781).

En la época inmediatamente anterior a la consolidación de la fiesta del Gran Poder no faltan referencias a fiestas barriales periféricas, con sus músicas y danzas autóctonas. Por ejemplo, con ocasión de la fiesta barrial de Pentecostés en Challapampa, que incluía una “entrada de bailarines aborígenes”, la prensa se queja en los siguientes términos:

“Los bailarines aborígenes en plena población.

Probablemente se debe a autorización dada por el intendente municipal, el que los habitantes indígenas sigan molestando a vecinos de Challapampa y San Pedro con sus danzas autóctonas. Una tropa de esos bailarines fue vista ayer a tres cuadras de la plaza Murillo”. (El Diario 18 y 23-III-1923).

Se alegra, en cambio, de que otra fiesta en una antigua parroquia “de indios”, San Pedro, que ahora iba cambiando de pobladores y se llamaba Nueva La Paz, fuera perdiendo importancia:

“Por suerte en el presente año hemos podido observar cierta tendencia a dejar de lado la aparatosidad con que se acostumbra festejar ciertas festividades religiosas de carácter local en las diferentes zonas de la población, y en las que se concretaba el pueblo, especialmente el indígena, a embriagarse con exageración...

En cuanto a lo churrigueresco de la fiesta, algo también ha disminuido. Ya no se exhibieron esos grandes y antiestéticos altares donde el derroche de colorines chillones iba a la par con la ostentación tosca de frutos y productos, todo dentro de un marco abigarrado de indígenas ebrios de alcohol y de esa monótona y fatigosa música que desespera al más paciente.

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