6 de marzo de 2017

Tradición y cultura presentes en Carnestolendas de Yotala


CONTROL

El control de licencias de conducir y el Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (SOAT) en la tranca de Yotala, ocasionó el embotellamiento de centenares de vehículos, generando malestar entre los conductores y visitantes.

Yotala vivió el Carnaval Grande en toda su plenitud. Fue una fiesta donde se conjuncionaron manifestaciones y elementos modernos con tradiciones culturales de las comunidades, que demostraron su agradecimiento a la Pachamama por la producción agrícola, a pesar de los avatares climáticos, con alegría, canto, música, baile y consumo de chicha.

El panorama que se observó ayer en la plaza 25 de Mayo del municipio de Yotala fue muy distinto al que se vio el sábado, durante la entrada del Carnaval de Antaño, donde la gente sí respetó la ordenanza municipal que prohíbe el juego con agua y el consumo de bebidas alcohólicas.

Ayer, jóvenes, niños y adultos hicieron de las suyas jugando con agua y espuma, mojando hasta a los que no participaron “la guerra de globos”.

La plaza y las estrechas callejuelas empedradas del pueblo se atiborraron de gente, lucieron llenas de charcos de agua y la venta de globos se realizó frente a los policías y funcionarios municipales.

La gente y las mismas autoridades municipales pasaron por alto la ordenanza y el consumo de bebidas alcohólicas se generalizó entre propios y extraños, bajo el criterio de que “el Carnaval sin agua y alcohol no es Carnaval”, según manifestó el poblador José Montoya.

De acuerdo con los datos proporcionados por el responsable de Desarrollo Humano de la Alcaldía de Yotala, Marco Serrano, participaron en la entrada del Carnaval Grande más de 30 grupos de comunidades.

“El Carnaval de Yotala se caracteriza por el derroche de alegría, el compartir con la familia. Es la temporada de producción agrícola para entrar a la cosecha para la Pascua. El juego con agua es una costumbre que trae la gente de Sucre, que baja para ver el Carnaval”, explicó el funcionario.

Las mujeres de las pandillas ingresaron cantando estribillos (en quechua y en español), de huayños y bailecitos, con voces agudas y alegres; cantándole al amor, a la vida en pareja y a los desengaños amorosos, a la vez que zapateaban y giraban armónicamente con sus parejas que tocaban el mediano (charango un poco más grande que el normal).

Otros grupos pusieron en práctica el taquipayanaku o coqueteo entre hombres y mujeres, explicó Serrano.

Cuando las pandillas de los ayllus llegaron hasta donde se instaló el palco oficial y la pucara, las mujeres lanzaron con fuerza, duraznos, membrillos, manzanas, nueces y granadillas, como un obsequio para las autoridades y los espectadores, sin embargo muchos frutos impactaron como proyectiles en las cabezas de los presentes.

Esa acción es una muestra de felicidad porque la tierra dio frutos buenos a pesar de las inclemencias del tiempo. “No importa que sean frutos pequeños, lo que importa es que la Pachamama nos ha bendecido y tenemos alimentos para comer. Este año no vamos a pasar hambre”, manifestó el comunario Cecilio Cuno, mientras cantaba en quechua “es tiempo de cosecha, los frutos están maduros…”.

De acuerdo con la cultura de algunas comunidades y ayllus, la fiesta del Carnaval es para algunas parejas el periodo de enamoramiento y de su iniciación en la vida sexual. “Piden permiso a sus padres para bailar en el Carnaval, con el compromiso de que estén juntos para cuidarse mutuamente y recogerse los dos. Es el inicio de una vida en pareja, para ver si se entienden o no se entienden, es lo que se llama el sirwiñaku o en calidad de prueba”, detalló Serrano.

Entre las pandillas más conocidas de las comunidades participaron Mil Amores, Bajo Campanario, Cachimayu, Anfaya, Yotalilla, Campanario, Cabezas y Ñucchu, y las comparsas Los Echalares, los Sinchi Huayras, Flor de Yotala Y Flor de Yotalilla. La entrada culminó alrededor de las 19:00.

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