16 de agosto de 2016

Urcupiña en Madrid… luces y sombras

Con el paso de los años, la festividad de Urcupiña se ha convertido en un evento que congrega a cientos de bolivianas y bolivianos que buscan por unas horas sentir el aroma de Bolivia en el aire, ese aroma a danza, a folclore, a cultura boliviana… el mismo que se confunde con el particular aroma de salteñas, chicharrones, humintas y muchos platos que preparan señoras y familias para no desaprovechar la oportunidad de ganar algunos euros vendiéndolos a visitantes y uno que otro curioso.

Urcupiña en Madrid se ha convertido en la fiesta más grande de los bolivianos en España, incluso por encima de Carnaval; aunque también es justo decir que tiene algunas ventajas sobre esta. Primero que Urcupiña viene acompañada de buen tiempo, estamos en pleno verano, cuando en Carnaval soportamos el crudo invierno con temperaturas que pueden llegar a bajar a menos de cero grados. Otra ventaja es que en agosto la gran mayoría de trabajadores tiene asignadas sus vacaciones, lo que facilita, y mucho, la llegada de asociaciones, fraternidades y, por supuesto, visitantes desde otros puntos de España. Por último, agosto es para los bolivianos un mes muy significativo y en el que el recuerdo de la Patria lejana se hace aún más latente.

Con todo, el camino para convertirse en una festividad referente no ha sido fácil y tampoco es tan claro. Es más, seguramente si preguntamos sobre el origen de la fiesta a bailarines y bailarinas, muchos serán quienes lo desconocen y habrá quien incluso no sepa ni siquiera la historia de la Virgen de Urcupiña, el sentido del préstamo de piedras o las promesas que hay que hacer para bailar (...).

(...) Lo cierto es que en muchos casos la afirmación “lo importante es bailar”, se hace muy cierta; lamentablemente habría que cambiarla un poco para ajustarla más a la realidad, “lo importante es bailar, como sea, pero bailar…”; ese como sea no será del agrado de quien verdaderamente ama el folclore boliviano, quien lo ama, lo practica y lo respeta puede llegar a indignarse profundamente con algunas de las escenas que toca ver en eventos como el de Urcupiña… Personalmente me afecta, puesto que en mi juventud tuve la suerte y el honor de pertenecer a un ballet folclórico profesional en La Paz, en el que nuestros profesores nos enseñaban la importancia no solo de saber la coreografía o dominar los pasos sino de conocer el significado de lo que bailamos, los detalles, el sentido de cada parte del vestuario, las leyendas y la historia.

Ya sea por falta de medios, de formación o despreocupación de los representantes de fraternidades y asociaciones, la mayoría de ellas comete errores tan grandes que tergiversan totalmente el significado cultural de las danzas que representan. He llegado a ver una fraternidad de pujllay en la que participan mujeres vestidas de hombre... (eso no es un problema en principio), pero con minifalda y reemplazando las ojotas altas con espuelas por zapatos de tacón; o ver cómo una asociación que baila tinku tiene la genial idea de “innovar” y se presenta con trajes de potolos o, mejor aún, con una sicureada al finalizar el paso de la tropa. Chinas morenas con vestidos que más parecen un desfile de corsés, brasiers, babydolls y ropa interior femenina con distintos tipos de encajes; una mujer vestida de flamenca o un toro con sombrero vaquero, gafas de sol y pañoleta tapando la boca al más puro estilo del viejo oeste en una danza de waka toqoris.

A estas alturas saldrá el comentario de alguna persona que diga que todo lo mencionado es positivo, porque se trata de innovar, de mostrar nuestra cultura a los demás, de bailar y pasárselo bien. Casi estoy de acuerdo en todo, ¿innovar? Es un término discutible tratándose de la representación cultural de la que hablamos, es bueno innovar en técnicas de pintura, de escultura, de música, de danza incluso, pero innovar en mostrar la raíz cultural de un país o de una parte de este... No me queda claro cómo se pretende hacer tal cosa. Por otro lado, mostrar nuestra cultura a los demás… en eso estoy de acuerdo. Sin embargo, yo asumo esto como una responsabilidad añadida y más aún tomando en cuenta el escaparate: se trata de una representación de identidad potente en un escenario extraño, donde tenemos la oportunidad de mostrar nuestra cultura a cientos de personas que no la conocen. Creo que eso es en sí mismo una gran tarea y hay que saber estar a la altura, pero tergiversando danzas, cambiando trajes, supliendo elementos con importancia por otros que no guardan coherencia con los demás, así no lo lograremos.

Tampoco lo haremos mientras nuestra visión de defender la cultura implique solo a nuestros actores. Y es que la festividad de Urcupiña se vive exactamente como en casa, pero en el sentido de que es difícil ver a personas no bolivianas entre el público, los vecinos del barrio en el que se realiza no tienen más opción, pero es difícil ver que gente madrileña de origen se desplace hasta este evento para poder participar de él. En las fraternidades hay una mínima participación de gente española de origen, personas que o bien han consolidado una familia junto con alguna ciudadana o ciudadano boliviano o personas que ya han tenido acercamientos con la cultura boliviana personal o profesionalmente. Esto hace que se convierta en una fiesta de, por y para bolivianos y la oportunidad de mostrar la riqueza tan grande de nuestro folclore se pierda año tras año.

Mención aparte merecen aquellos visitantes que, como en Bolivia, encuentran en la festividad la oportunidad perfecta para dar rienda suelta al consumo exagerado de bebidas alcohólicas. En España, este hecho supone una falta grave susceptible de sanción administrativa para la propia persona, además de la sanción a los organizadores.

Para concluir, Urcupiña es y debe ser siempre una representación cultural tan grande como la original. Tiene potencial para serlo, pero dependerá también del esfuerzo y compromiso de todos los actores.

Es una fiesta de integración internacional en el exterior
Carlos Vargas/Exdirector de Cultura de Quillacollo

Urcupiña ha dejado de ser una fiesta solamente de la integración boliviana porque a través de la fe se integra a Latinoamérica y el mundo.

Los bolivianos festejan a la Virgen de Urcupiña en otros países y algunos habitantes de esos lugares se unen a la fiesta.

Considero que Urcupiña, a estas alturas, es un elemento integrador de la fe en el mundo. Es sorprendente ver, por ejemplo, visitantes que llegan a Quillacollo desde los países más recónditos del planeta.

Para la fiesta en Quillacollo arriban visitantes de Italia, Francia, Inglaterra y de otros países de Europa y Sudamérica.

NOSTALGIA Son los mismos quillacolleños los que organizan la festividad de la Virgen de Urcupiña en otros países porque añoran su terruño y, además, quieren rendirle pleitesía a su patrona.

Esto se inició con la familia de don Ernesto Ontiveros, en California, Estados Unidos. Él empezó, en los años 80, con la fiesta unos días después del 15 de agosto.

Él llegaba a Urcupiña, en Quillacollo, para llevar a Estados Unidos algunas piedras del Calvario, afiches y material de difusión. En ese país logró organizar a los cochabambinos y bolivianos.

La fiesta creció de tal forma que se ha convertido en un reencuentro con la bolivianidad.

En esta fiesta, organizada en Estados Unidos, se recaudaban fondos que se traían a Bolivia para realizar obras sociales.

Los quillacolleños que realizan la fiesta en otros países lo hacen por convicción y fe en la Virgen de Urcupiña.

Posteriormente, en Melbourne, Australia, se dio inicio a la celebración de la festividad de la Virgen de Urcupiña. El organizador trajo algunas revistas en inglés con imágenes de la fiesta.

En Sao Paulo, Brasil, y Buenos Aires, Argentina, también festejan a la Virgen de Urcupiña.


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