23 de agosto de 2016

Al rescate de la fiesta de Ch’utillos



Los ch’utillos (personajes principales de la fiesta que bromean y juegan entre ellos) lujosamente ataviados iban a recoger las cabalgaduras que se fletaban por un día y cuyos dueños generalmente servían como postillones. De allí tomaban rumbo a la “Cueva del Diablo”, a la capilla de San Bartolomé. Las cabalgaduras bajaban al galope cortando camino por las colinas; ese paso apresurado era imposible por el asfalto debido a la gran cantidad de vehículos que circulaban llevando pasajeros a la fiesta.

La fiesta de Ch’utillos no se salva de los cambios promovidos por la modernidad. En los últimos años las danzas, la vestimenta y la música de las agrupaciones han ido perdiendo su identidad, con estilizaciones y otro tipo de transformaciones propias de la aculturación. Algunas actividades originales, como por ejemplo la caminata de los jinetes a lomo de bestia, van quedando en el olvido…

El escritor potosino Cristóbal Corso, acérrimo defensor de las tradiciones y costumbres de la Villa Imperial, transmite a ECOS su preocupación por esta realidad. Advierte la ostentación y la competencia de los grupos por vestir a la “última moda”, resaltando la innovación en los trajes que, enfatiza él, se imitan de la televisión o del cine. Esto, para alejarse de la cultura local.

El también músico, pintor, ceramista y caricaturista dice que la música interpretada por agrupaciones autóctonas también está cambiando, con letras estilizadas. De igual forma, las bandas que acompañan el baile interpretan pocas melodías con aires nacionales; últimamente son caribeñas, como la popular cumbia, en su criterio, debido a la falta de nuevas composiciones.

A propósito de esto, cita al autor Revollo: “La danza o el baile que debería ser una manifestación cultural propia de cada región va desapareciendo. En el lugar de ello se introduce la estilización y el figurismo de los componentes de diversas agrupaciones de baile, presentándose así danzas de afuera como el ballet adaptándose a la región y alejándonos de la tradicionalidad, lindando con lo exótico, afrodisíaco y sensual propio de regiones caribeñas muy ajenas a lo mítico religioso del mundo andino”.

Corso sugiere a los potosinos que tomen una conciencia crítica del folclore incentivando a la juventud, actor primario de esta clase de manifestaciones, para que se adopte una definición legítima de los sentidos sociales de la vida a través de nuestra cultura.

“Los maestros de escuela, los padres y las autoridades deben ser los ejes principales para incentivar la actividad cultural sin perder nuestra identidad, porque la carencia de la misma ha hecho que lleguemos a la transculturización”, sostiene él.

Hace 50 años
En la víspera del día de la fiesta, el 24 de agosto, los pasantes realizaban la velada en honor a San Bartolomé en la localidad de La Puerta, en la capilla y en las casas de los pasantes, en los diferentes barrios de la ciudad.

El 24, día del santo patrono, desde tempranas horas de la mañana se reunían en la Plazuela Mejillones las cabalgaduras —que consistían en asnos, mulas y caballos— llegadas con antelación bajo la guía de sus dueños, procedentes de los valles. Según Corso, hace décadas había más de un centenar de cabalgaduras que con el paso de los años han ido disminuyendo, quizá, acota él, porque los vehículos suplieron a los cuadrúpedos.
Los ch’utillos (personajes principales de la fiesta que bromean y juegan entre ellos) lujosamente ataviados iban a recoger las cabalgaduras que se fletaban por un día y cuyos dueños generalmente servían como postillones.

De allí tomaban rumbo a la “Cueva del Diablo”, a la capilla de San Bartolomé. Las cabalgaduras bajaban al galope cortando camino por las colinas; ese paso apresurado era imposible por el asfalto debido a la gran cantidad de vehículos que circulaban llevando pasajeros a la fiesta.

Los jinetes, hombres y mujeres, cabalgaban durante unas dos horas por falta de destreza; pasaban por la Garita Chaka, el ingenio de Thuru, Cantumarca, San Antonio, hasta arribar al lugar de la fiesta patronal. Llegaban a media mañana, cuando el santuario estaba ya colmado. Los visitantes iban y venían durante todo el día.

Después de participar en la misa en honor a San Bartolomé y en la procesión, los ch’utillos protagonizaban un segundo viaje a galope, partiendo del atrio del templo alrededor de las tres de la tarde. Retornaban por la misma ruta, solo que por etapas, para descansar y servirse chicha y refrigerios hasta llegar a sus barrios de origen.

Los que no asistían a la fiesta de La Puerta, esperaban a los ch’utillos por inmediaciones del teatro al aire libre; un espectáculo impresionante que solo se veía una vez al año. “Lastimosamente esta actividad, tan original y particular, no fue recuperada”, agrega el escritor. “Contrariamente, se va perdiendo”.

Majt’illo y Tapuquillo
En la casa del “pasante” (lugar de fiesta), el 25 de agosto continuaba el festejo del “Majt’illo” (joven o adolescente en la lengua quechua). Corso dice que en esa jornada se realizaban los “thipanacus” (costumbre de prender en el pecho de los pasantes billetes con ganchos, después de bailar huayños y cuecas).

De esta forma continuaba la celebración durante varios días, poniendo en práctica diversas actividades y costumbres de antaño. En el frontis de la casa de fiesta se levantaban arcos de plata adornados con flores, billetes de diferente corte y frutas con mucho derroche de alegría.

“Tapuquillo” significa preguntón; o sea, ese día era la fiesta de los curiosos o preguntones. También se la conoce como “Dejame”: era la culminación de la fiesta donde el pasante, entre libaciones y contento, rodeaba a otra persona de su aprecio para que al siguiente año se haga cargo de la celebración.

En las últimas décadas
La eucaristía es muy importante en la fiesta de Ch’utillos. Antiguamente, por el tamaño reducido de la capilla, esa ceremonia se desarrollaba en el atrio, al aire libre, como se hacía en los tiempos de la colonia. Actualmente, se celebra en la nueva capilla.

Muchos feligreses aprovechaban la ocasión para hacer bautizar a sus hijos y para apadrinar misas de salud. Ahora, la procesión sale con las imágenes de San Bartolomé y de San Ignacio, con los que se recorre el perímetro del atrio descansando en las “posas”; con este fin se arman varios arcos de plata por donde pasan los devotos, los pasantes y las ceras (velas).

Sin embargo, últimamente se decidió que la procesión recorra la vía del calvario, y la marcha es acompañada con bandas de música y zampoñas. De acuerdo con las posibilidades de los pasantes, se presentan comparsas de kullaguadas, morenos, caporales y otros grupos que proliferan con la participación de varias fraternidades de la ciudad y de otras latitudes del país.

En el atrio del templo, los pasantes e invitados bailan al son de las melodías de bandas y zampoñas.
Los pasantes ocupan las casas de las inmediaciones para celebrar “la mesa de once”; allí se sirven platos típicos y bebidas.

Comunidades originarias
Según el etnomusicólogo Arnaud Gerard, quien reside en Potosí desde hace muchos años, de la fiesta original de Ch’utillos ya no queda casi nada. Hasta hace una década se mantenía la esencia de la participación de grupos y danzas autóctonas originales; con ese fin llegaban campesinos de San Pedro de Buena Vista y Toro Toro, con danzas como Jula Julas, Suri Sikuris y otras, provenientes de comunidades de Potosí y Oruro.

Desde entonces, su participación ha ido desapareciendo paulatinamente, porque los comunarios tal vez no recibieron el apoyo suficiente y las facilidades para contar con alojamiento y alimentación en la ciudad.

Además, como todos los colegios e instituciones quieren participar en la fiesta, las agrupaciones se vuelen numerosas y por eso la entrada se desdobla en dos días. En el primero ingresan las danzas “autóctonas”, a cargo de colegios que interpretan danzas urbanas. Son contadas las comunidades que participan en esta entrada.

“La fiesta de Ch’utillos se ha vuelto una entrada folclórica más, como la fiesta del Señor del Gran Poder en La Paz, Carnavales en Oruro, la fiesta de la Virgen de Urukupiña en Cochabamba o la fiesta de la Virgen de Guadalupe en Sucre”, cuestiona Gerard.

Propuesta de recuperación
La nueva directora de Cultura de la Alcaldía de Potosí, Sheila Beltrán, dice que en 1984, durante la gestión del alcalde Gonzalo Calderón Ríos, se incorporó a la fiesta de Ch’utillos la entrada folclórica. El objetivo era enriquecer la celebración, pero con el paso de los años se fue convirtiendo en una más de las muestras folclóricas del país.

Es así que la bajada y el retorno de los jinetes, pero montados al revés (los ch’utillos bien engalanados) a galope, se fue perdiendo. Por esta razón, Beltrán (flamante directora de Cultura) propuso verbalmente al Alcalde que se recuperara esa tradición original de Ch’utillos creando un bloque de jinetes, pues eran uno de los mayores atractivos de la fiesta.

Se espera que la solicitud sea aprobada para la versión 2016.

La entrada folclórica de la “Fiesta Grande de Bolivia” se realizará el 26 y 27 de agosto.



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