15 de febrero de 2015

Pepino centenario: Paceño bullanguero

l Pepino, con voz de falsete y con el traje ancho, molesta al anciano como al niño, a la mujer como a la jovenzuela. Grita, baila y salta. Es el desenfreno del Carnaval hecho carne. Es su principal bufón donde todo es permitido. “Va siempre solo, mezclándose entre las comparsas y la muchedumbre. Burlón y romántico, héroe de los chiquillos callejeros, interviene en todos los desórdenes, presta ayuda caballeresca a quienes la necesitan y es víctima propiciatoria de todas las peleas”, afirma el escritor boliviano Wálter Montenegro en el cuento El Pepino.Pepino chorizo, sin calzón.

Gritan los niños mientras siguen por la calle al solitario y bochinchero personaje que ha dado la hoyada paceña.

Pepino laphinchu, chauchita, chauchita.

Los chicos le piden que les regale dinero para dejar de molestarlo.

Pepino sin dinero, arrojá dinero, arrojá dinero.

La figura carnavalera bota monedas para atraer a los pequeños y pegarles con el chorizo (un paquete cilíndrico de tela lleno de trapo).

Pepino chorizo, mal embutido…

De esa manera, los “rapazuelos” festejaban y compartían las picardías de los pepinos a mediados del siglo pasado.

Es un personaje único porque “carece de connotaciones étnicas de clase (…), en el sentido de que su disfraz económico y cómodo permite bailar de Pepino a cualquiera”, comentan Eveline Sigl y David Mendoza en su libro No se baila así nomás.

El Pepino es un ser único que tiene vida efímera pero intensa, que baila por las calles en la época carnavalera para morir el Domingo de Tentación con la misma alegría del primer día y volver a nacer al año siguiente. En su máscara de sonrisa amplia suele ocultar alguna tristeza y con más de 100 años se ha convertido en parte indisoluble de las carnestolendas y de la cultura paceña. Montenegro afirma que nadie tiene idea exacta de su nacimiento. “Es una especie de hijo natural del Carnaval”.

Por eso su partida de bautizo no se inscribe en los registros de las sacristías, “sino en la Policía”, comenta el escritor cochabambino, quien añade que “el Pepino es depositado una noche cualquiera en los umbrales de la ciudad envuelto en los pañales humildes de su disfraz”.

No obstante, según la antropóloga Beatriz Rossells en el libro Fiesta popular paceña, el surgimiento del Pepino se establece el año 1908, cuando su figura aparece por primera vez en una impresión fotográfica. “Es un solo Pepino, pleno, bicolor, en medio de la comparsa ‘Nueva Marina del Placer’. Siete jóvenes de origen indígena vestidos de blanco son los marineros, sus compañeras de pollera portan mantas tejidas y algunos niños pequeños (…). Posando en un costado, en la parte alta, junto a unos invitados, aparece el Pepino, solo, con los brazos abiertos, saludando”, describe la investigadora y docente de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). La foto y la investigación demuestran los más de 100 años de este personaje en las carnestolendas paceñas, pues “no sabemos cuántos pepinos existían en 1908, seguramente no era el único. Es decir, no conocemos en qué momento preciso de la década del siglo XX o de las décadas anteriores del siglo XIX se dio esta innovación, recreación, apropiación o empoderamiento de este personaje carnavalero”, explica Rossells.

El rey mestizo

Este individuo bullanguero es heredero de la cultura andina y europea. En la nota “Pepino de La Paz, historia centenaria”, del suplemento Tendencias del periódico La Razón del 18 de enero de 2015, se indica que existen dos fuentes que dieron origen y evolución al Pepino: el Pierrot y el K’usillo.

En el estudio 100 años del Carnaval en La Paz, del libro Fiesta Popular Paceña, Rossells explica que los personajes de la comedia de arte italiana estaban bien asentados en la ciudad de La Paz a mediados del siglo XIX, tiempo en que se presentaban figuras como los arlequines, dominós, fígaros, toreros, pajes y diablos. “No se tiene información sobre una fecha específica en la que los personajes de la Comedia del Arte italiana, Pierrot, Colombina y Arlequín, principalmente, hubieran ingresado al universo carnavalero paceño, pero se poseen muchos datos sobre su presencia en el imaginario de la ciudad”, rememora.

Entre los personajes clásicos —añade la investigación—, los más reconocidos y perdurables son el Pierrot, considerado el precursor del payaso, con la cara blanca y sombrero de pico, y el arlequín, quienes se disputan el amor de una mujer, la Colombina. El advenimiento de la cultura burguesa en las ciudades de Bolivia a finales del siglo XIX e inicios del XX se sirvió del Carnaval para “hacer más patente la diferenciación de las clases sociales, de los ámbitos de distinción, del área urbana y rural”. Por ello se adoptaron políticas de disciplinamiento en nombre de la sociedad “civilizada” y en contra de la diversión “bárbara”.

“La fiesta del desorden se convierte en un desorden vigilado y destinado a las élites, que usarán disfraces caros e importados como los trajes de pierrots y dominós”, describe. De acuerdo con la investigación de Rossells, la población paceña pobre trató de imitar las nuevas modas del Carnaval mediante el “mal gusto y lo barato”.

“El Pierrot caló hondo en esta fiesta, pero en el transcurso de unos años fue apropiado y convertido en Pepino, es decir, a través del cambio de los textiles y de color en el traje, añadiéndole franjas de tonos contrastantes”. Por su sencillez, el antiguo Pierrot —posterior- mente Pepino— fue el personaje más accesible a todas las clases sociales.

Como otra influencia se encuentra al K’usillo, un personaje místico que forma parte de varias danzas autóctonas y que, según Rigoberto Paredes, es un ser precolombino transformado en una imagen de diablo europeo.

En la investigación de David Mendoza y Evelin Sigl se aclara que al referirse al diablo se habla del producto de una compleja relación entre la cosmovisión andina y el catolicismo. El diablo colonial fue inventado “por los religiosos europeos del siglo XVI, que establecieron una analogía muy libre entre los seres del manqa pacha (mundo de ‘adentro’ fértil y reino subterráneo de los difuntos), los dioses precolombinos Supay y Huari, y el demonio cristiano”.

Según esta definición, el K’usillo es un “diablo”, pero uno que “molesta” a las mujeres, que lleva encanto, la tentación y el peligro, tanto para hombres como así también para mujeres.

Bufón europeo

Por otra parte, Teresa Gisbert explica, en el libro Máscaras de los Andes bolivianos, que la careta y el traje del Pepino “recuerdan al bufón europeo que en nuestro medio ha abandonado a sus compañeros Pierrot, Arlequín y Colombina para imitar al K’usillo, bufón nativo con connotaciones eróticas”.

“Hay relación entre estos dos personajes (el Pepino y el K’usillo) —escribe Rossells— en cuanto al carácter y simbolismo, (pues) ambos son solitarios, pero alegres y cómicos que hacen travesuras e incluso dan volteretas”, refiere la nota publicada en Tendencias, que señala que la nariz puntiaguda del Pepino actual es una clara herencia de la máscara del K’usillo.

En cuanto al nombre del personaje paceño, deriva supuestamente del trapecista, músico y payaso nacido en Montevideo (Uruguay) José Podestá, más conocido como Pepino 88 (debido a su traje, que tenía un gran letrero en su espalda que decía “el Gran Pepino”, al que agregó el número 88). Después de infinitos recorridos por las calles de la sede de gobierno, el Pepino adquiere personalidad, rostro y vestimenta propios, que lo hacen único en el mundo.

José Farfán, director del Taller de Danzas Fantasía Boliviana, recuerda que en la década de los años 50, el Pepino vestía con trajes anchos, de una tela de piel de lobo o de brocato, con cuellos coloridos y “de buena calidad”, señala.

Antonio Paredes Candia, en la Revista Municipal de Arte y Letras de 1956, describe que el traje del Pepino en esos tiempos era muy parecido al del clown, “ancho de piernas y de mangas, un cuello encarrujado y botones grandes en la delantera. Cascabeles en los puños y en los tobillos, que al correr suenan alegremente”.

La máscara antigua del Pepino era de un solo color y estaba confeccionada por carnavaleros sin recursos económicos. “Un ejemplo de ello son los lustrabotas que no tenían dinero para hacer el disfraz y empezaron a costurar su traje de distintos colores. La careta la hacían de taquilleras de color, tratando de darle matiz y las lanitas insertas en la máscara que siempre estaban a la venta en las mesas para las q’oas”, describe Rossells.

Un elemento importante es el chorizo, que Wálter Montenegro describe “como un arma y símbolo de autoridad del Pepino, una manga cilíndrica de tela, duramente embutida de goma y trapo”.

Javier Escalier, secretario municipal de Culturas de la Alcaldía de La Paz, recuerda que, aproximadamente en la década de los años 60, los pepinos rellenaban los chorizos con arena y con pepas de palta, con los que agredían y herían a las personas. “El (entonces) alcalde Armando Escóbar Uría prohibió los chorizos, por lo que la Intendencia decomisaba estos instrumentos, para poner de moda las matasuegras, un cartón plegado con el que se pegaba a la gente”, afirma. En cuanto al baile, los pepinos no tenían una coreografía específica cuando danzaban al compás de los carnavalitos, pero al asociarse con los ch’utas cambiaron el característico ritmo por el huayño, destaca el trabajo de Rossells.

Escalier y Farfán coinciden en que el antiguo recorrido de la farándula de pepinos comenzaba en la avenida América, continuaba por la calle Evaristo Valle, la Comercio, la plaza Murillo, Ayacucho y cruzaba la avenida Mariscal Santa Cruz hasta la Plaza del Estudiante. En la actualidad, los pepinos saltan y bailan desde el puente de la Cervecería Boliviana Nacional (CBN), atraviesan la avenida Montes, la Mariscal Santa Cruz, la calle Buenaventura Bueno, para finalizar en la avenida Simón Bolívar y desconcentrarse en inmediaciones del estadio Hernando Siles.

El entierro del Pepino, que se celebra el Domingo de Tentación, es una tradición de mediados del siglo XX, sostiene el libro No se baila así nomás. En esta fiesta, el recorrido era contrario a la farándula de los pepinos, refiere Escalier, como así lo demuestran algunas fotografías del reportero gráfico Lucio Flores de la década de los años 60.

Sigl y Mendoza afirman que el entierro del Pepino adquirió un nuevo brío cuando el conjunto Los Olvidados, el año 1986, llevó a cabo un recorrido desde la plaza de San Pedro hasta la plaza San Francisco. “Durante varios años ese entierro producía un encuentro intercultural y de clase, combinando tradiciones mestizas que evocan los carnavales elitistas de antaño y tradiciones ‘populares’”, señala No se baila así nomás. El ejemplo más claro de esta manifestación es que el entierro del Pepino suele comenzar en la plaza Murillo, que “tiene una connotación de élite europeizada, en tanto que el Cementerio General y el recorrido se hallan en la zona ‘popular’, partiendo desde la plaza Garita de Lima hasta llegar a la zona de El Tejar”, señala la investigación.

Personaje paceño

Con respecto al Desentierro del Pepino, esta actividad fue inventada por los pasantes de la fraternidad Los Fanáticos del Gran Poder de la gestión 2003, según la investigación de Mendoza y Sigl, que señala como inspiración un spot creado por el exalcalde paceño Raúl Salmón para promocionar las fiestas carnavaleras de la década de los 80.

En la actualidad, esta “tradición” es organizada por las mejores comparsas de ch’utas y pepinos que bailan al son de sus bandas desde la plaza Garita de Lima, pasando por la avenida Baptista, la Héroes del Pacífico, el Cementerio General hasta la avenida Kollasuyo, a la altura de la cancha El Tejar, donde ese Domingo de Tentación se cierran calles para presentar grupos de música en vivo. “Bonachón y despreocupado, libre y humilde, pobre y por encima de todo citadino. Sus propias ambigüedades de conquistador irresponsable de mujeres, noble con los niños, amigos de borrachos y desvalidos, conquistaron a los artesanos acomodados y pobres, a los vendedores y oficinistas, a los migrantes ya instalados y a los recién llegados”.

El Pepino “es dueño de la ciudad, del aire, de la luz, de la algazara”, comenta Montenegro, porque en su efímero existir muestra la alegría y euforia. A manera de conclusión, Rossells reflexiona: “Cómo no querer convertirse en Pepino en el sentido positivo de convertirse en alguien popular y querido por la población, sin que con ello el disfrazado dejaba atrás sus propias tristezas y humillaciones, las restricciones y discriminaciones que por algún lado le tocaban”. El Pepino bullanguero aprovecha estos días para saltar y bailar en las entradas carnavaleras, para decir piropos o interpelar con su voz pícara de falsete a mujeres y hombres, niños y ancianos, para demos- trar una vez más que es un personaje paceño por excelencia, mestizo, y que por ello une a los de arriba con los de abajo, a las zonas bacanes y populares, a toda la ciudad con su sonrisa de oreja a oreja, con su traje colorido y con su chorizo o matasuegra.

Arlequín

Arlecchino en italiano, tiene una personalidad camaleónica: astuto y necio, intrigante e indolente, sensual y grosero, brutal y cruel, ingenuo y pobre de solemnidad, como describe su propio atuendo, mil veces remendado y parchado. Lleva una máscara negra de nariz geminiana y es un fabuloso acróbata saltarín. Representa al criado tragón y tonto, siempre en busca de pelea, comida y mujeres, pero de pronto humanizado ante las humillaciones, el miedo al hambre y con una inigualable capacidad de supervivencia. En su origen, el traje de Arlequín, nacido visualmente como el prototipo del mendigo harapiento, estaba hecho de retales irregulares de otras ropas, que demostraban su estatus de servidor y esclavo. Con el tiempo se convirtió en un traje de triángulos multicolores, prevaleciendo el rojo y verde. Más tarde, siglo XVIII, el personaje tomó otras características pasando a ser un amante insidioso.

Pierrot

Pierrot es un personaje de la Comédie Italienne, a partir de Pierotto o Pedrolino, máscara secundaria de la Commedia dell'Arte del siglo XVI, cuya personalidad se atribuye al cómico Giuseppe Giratoni en el siglo XVII. Pasó a Francia a finales de esa misma centuria, donde el mimo Jean-Gaspard Deburau le dio el carácter y apariencia que lo harían universal.

En el umbral del siglo XXI, la iconografía que se conserva de Pierrot son las del mimo silencioso definido por Deburau en Les funambules; el mismo de Les folies nouvelles, del mimo Paul Legrand, y de La historia de un Pierrot (1890), de Mario Costa y Fernand Beissier.

También se lo reconoce como el personaje cómico del teatro clásico francés que se caracteriza por llevar la cara enharinada, un traje blanco de pantalones anchos, blusa de cuello redondo y grandes botones, y un cucurucho negro en la cabeza.

K’usillo

El origen de los k’usillos data de principios del siglo XX en La Paz. El personaje está construido, cosido y embutido en sarga y bayeta de la tierra; la máscara está confeccionada con telas de colores y bordados.

Su apariencia no está definida; se piensa en un insecto, un mono, un pájaro, un pastor, incluso se deja entrever una referencia a un diablo colorido. En un principio, el K’usillo poseía su propia danza, pero ahora participa de varios estilos de bailes folklóricos. Dentro de su estética se dice que su gran nariz es un símbolo de fertilidad con una apariencia fálica y existen regiones del altiplano donde baila para las cosechas y las siembras. Además, su rostro lleva cuernos sobre la cabeza, que son representativos de los demonios que habitan la zona del Manqha Pacha (subsuelo) de la cosmovisión de los Andes.

Quitar la carne

El carnaval es, de seguro, la fiesta pagana que más personas celebran y disfrutan en todo el mundo. Son días de disfraces, baile y mucha diversión. El hecho de disfrazarse, pintarse la cara y festejarlo es un acto que se remonta a la antigüedad y existen evidencias de que el pueblo sumerio ya realizaba este tipo de festejos hace 5.000 años. Tal como lo conocemos hoy, el Carnaval es una continuidad de los antiguos Saturnales, las festividades romanas que se celebraban en honor al Dios Saturno. A raíz de la expansión del cristianismo fue cuando más auge tomó y la fiesta adquirió el nombre de Carnaval, teniendo como motivo principal el hecho de despedirse de comer carne y llevar una vida licenciosa durante el tiempo de Cuaresma. Eran tres días de celebración a lo grande, en lo que casi todo estaba permitido; de ahí uno de los motivos de ir disfrazado, taparse el rostro y salvaguardar el anonimato.

Esta despedida a la carne se realizaba los días previos al Miércoles de Ceniza, fecha en la que se daba comienzo a la Cuaresma; un periodo de cuarenta días (hasta el Domingo de Resurrección) que se destinaba a la abstinencia, recogimiento y el ayuno, acompañado de oraciones, penitencia y espiritualidad religiosa. La etimología y origen de la palabra Carnaval nos indica que proviene del término italiano “carnevale” y éste a su vez del latín “carnem levare” cuyo significado es carnem (carne) y levare (quitar): quitar la carne. El Carnaval está asociado principalmente con el catolicismo y en menor medida con los cristianos ortodoxos orientales; las culturas protestantes usualmente no celebran el Carnaval o tienen tradiciones modificadas, como el Carnaval danés.

La celebración del Carnaval más grande del mundo es la de Río de Janeiro, pero otros países tienen importantes celebraciones, como la que se festeja en Italia, en el Carnaval de Venecia. Por otro lado, el Carnaval del Uruguay es el más largo del mundo, pues se inicia a fines de enero y finaliza en las primeras semanas de marzo. Su capital, Montevideo, fue declarada Capital Iberoamericana del Carnaval.






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