15 de febrero de 2015

La picardía y el arte de improvisar coplas son peculiaridades del valle

Las coplas del carnaval fueron definidas como cánticos que interpretan con brevedad y naturalidad el pensamiento y el sentimiento de aquellos grupos sociales no tocados por los cultos.

Se distingue de otros géneros literarios por la llaneza de su fondo ideológico y la sencillez de sus términos expresivos.

Son cantadas en quechua y en castellano y pueden estar dirigidas a políticos, mujeres, ser de doble sentido, para saludar, despedirse, insultar, retar, etc.

SU COMPOSICIÓN

Según el historiador Juan Clavijo R., autor del libro “Estos carnavales... quién inventaría...”, estas coplas son hexasílabas (de seis sílabas). Los primeros dos versos exponen un pensamiento que no siempre guarda relación con el que ha de exponer la segunda cláusula. Esta, a la vez podríamos decir de expresión o de fondo, comprende los dos versos finales, y solo en ellos se declara cuánto se intentaba expresar.

“Es una estrofa de cuatro versos hexasílabos en los que rima a veces el primero con el segundo y el cuarto, quedando blanco el tercero, y a veces riman solamente el segundo y el cuarto”, explica Clavijo.

Agrega que estas coplas se pueden clasificar en lugareñas y de costumbres. Ambas contienen la esencia de la vida popular, describen prácticas y costumbres tradicionales, hacen referencia a pueblos y vecindarios de la provincia y expresan situaciones peculiares.



LA TRADICIÓN

Los taquipayanakus, las coplas y las carnestolendas tienen en común el canto, los versos, tonadas, encuentros y contrapunteos.

Las pandillas, familias o comparsas inician con los taquipayanakus. En las provincias es para tener acceso a la “galeta de chicha” o el plato de comida. Luego, continúan lanzando sus picardías.

Para Clavijo, la copla es el resultado de múltiples visiones sobre una persona, lugar o situación especial, cuyos versos de composición se entrecruzan, tratando de ser precisos y exactos cuando se trata de atacar al adversario.

Recuerda que en Tarata hubo dos cultores eximios del canto popular y de las coplas, como son Víctor Fernández Saavedra, gran ejecutor de la concertina, animador de los carnavales, compositor y ganador de varios concursos.

También se encuentra el profesor Pacífico Terán Abasto, compositor de “Ulala”, que se considera el segundo himno del pueblo.

Terán es experto en el contrapunteo de coplas que se realizan entre comparsas o pandillas, donde prima la improvisación.

En el Valle Central, provincia Quillacollo, se reconoce a Yolanda Alcócer Rocha que interpreta coplas originales. También es autora de canciones para Todos Santos, Santa Vera Cruz y huayños.

Por otro lado, escribe Clavijo, está el taquipayanaku, que unas veces se presenta como simple humor, donde la imaginación se desborda al observar sus virtudes y defectos del contrincante.

Unas veces es como un desquite, otras como reto y también como insulto.

“Hace referencia a algún desvío amoroso, pero la suegra es la temática que nunca falta”, apunta.

Destacó a la mujer valluna como una creadora de coplas del carnaval.

“Es incisiva y ágil en la improvisación. Sabe atacar y es muy audaz cuando se defiende y con movimientos muy particulares muestra su coquetería”, detalla Clavijo.

Wilfredo Camacho G. lamentó que estas coplas, hoy en día, hayan sido distorsionadas.

“Son coplas obscenas y vulgares, pero esa no es la esencia del carnaval valluno que hemos heredado”, concluye.˚

INTERPRETACIONES PARA TOMAR EN CUENTA
El inicio del taquipayanaku

* Ahora cantaremos,

ahora bailaremos

porque en carnavales

coplas nos diremos.

* Estos carnavales

es para cantar,

espero les guste

voy a comenzar.

* Con agua y granizo

llegó el carnaval,

ha llegado la hora

de portarse mal.

Los khuchi versos o de doble sentido

* La mujer con dueño

es mucho mejor,

el amor prohibido

tiene más valor.

* La mujer me gusta

con su enagüita,

me tiembla el cuerpo

cuando esta k’alita.

* Dicen que no cabe

dos en un canal

haremos la prueba

este carnaval.


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