15 de febrero de 2015

El festejo valluno tuvo diferentes características a lo largo de la historia

La tradición carnavalera en Cochabamba forma parte del calendario ritual agrícola y se caracteriza por su música, comida y danza.

Sin embargo, estas expresiones culturales se fueron perdiendo con la llegada de los españoles.

El historiador Juan Clavijo R. y el profesor Wilfredo Camacho G. coinciden al señalar que a partir de ese momento, el carnaval se convierte en una fiesta de un segmento.

A esto se suma la distorsión de las coplas.

“Hay una yuxtaposición y se despojan a los del lugar de sus celebraciones para imponer las máscaras, serpentinas, carrozas, carnestolendas y otros en honor al Dios Momo”, explicó Camacho.

Advirtió que su esencia, en la actualidad, es netamente comercial, con derroche de agua y dinero.

Se refirió a la fiesta de compadres y comadres, quienes comparten bebida y comida en fiestas preparadas especialmente para esta ocasión. A esto se suma el Corso de Corsos, donde participan centenares de danzarines, fraternidades folclóricas e instituciones militares

LA HISTORIA

La ciudad celebró el carnaval, por primera vez, en 1897, con una entrada por la Plaza Principal, al estilo veneciano, organizada por el alemán Adolfo Schultze.

Un par de años después se transformó en el “Corso de las Flores” e involucró a gente de élite local que hacía su paso por las calles principales de Cochabamba en carrozas. Sin embargo, años más tarde, los automóviles sustituyeron a los elegantes carruajes.

En 1940, el eje de la celebración eran jóvenes de selectos grupos sociales y, eventualmente, se sumaban a la entrada pandillas de campesinos entonando bailecitos.

EVOLUCIÓN

Tiempo después, el “Corso de las Flores” cambió su ruta y fue trasladado a la zona actual de El Prado (plazuela Colón y avenida Ballivián). Adicionalmente se consolidó el Corso Infantil.

En 1970, radio San Rafael, en coordinación con la Alcaldía de Cercado, organizaron el primer festival de taquipayanakus en el estadio Félix Capriles, con gran éxito.

Esto dio rienda suelta a la composición musical y las pandillas crearon coplas en quechua y castellano que satirizaban a los mandatarios, la situación del país y otras problemáticas.

Posteriormente, con la llegada de la dictadura, el carnaval decayó. No obstante, radio Centro impulsó la entrada motivando la participación no solo de pandillas o comparsas, sino también de los soldados de las unidades militares, acantonadas en la región.

EN LA ACTUALIDAD

En el área rural, los festejos están protagonizados por pandillas o comparsas.

Su peculiaridad es disfrazarse, en algunos casos de mujeres, y recorrer las calles agarrados de la mano, cantando y animando a los demás para que se sumen a la celebración carnavalera.

Paralelamente se realizan festivales de taquipayanakus que reúnen a intérpretes de coplas picarescas, además de rendir tributo a la Madre Tierra, ya que justo en estas fechas comienza el ciclo de cosecha, es decir, se pasa de la siembra a la maduración.

La preservación de este tipo de tradiciones es la finalidad última de las autoridades, puesto que los festejos en las áreas rurales son más dispersos.

Para ello, se organizan concursos y ferias, en las que, además de promocionar los platos tradicionales de la temporada, se citan a grupos referenciales de coplas.

LOS ABUELOS

Camacho recuerda que en los valles de la Llajta no existía el carnaval sino la “Ch’alla Puquykunapaq” que se entiende como un agradecimiento a la Madre Tierra por los frutos que se van a cosechar.

La fecha coincidía con el Paray Pacha (tiempo de lluvia) por lo que se fusionó con el carnaval. Sin embargo, son dos costumbres muy diferentes.

En el “Ch’alla Puquykunapaq” se erigía un altar o una Pucara (arco construido con dos palos) en los que sobre hermosos y coloridos aguayos se colocaban todos los productos agrícolas que se producían en la comunidad, como también flores, panes, frutas y bebidas para el Dios Kwichi (de la abundancia).

Las comunidades se reunían frente a la Pucara para honrar y pedir a las deidades que no haya desgracias (tormentas, granizadas, etc.). Había una q’oa y luego empezaba la fiesta.

“Todo esto se hacía con mucha ritualidad, fe, espiritualidad y misticidad. Ahí estaba su esperanza, en la tierra por que de ahí emana la vida”, sostuvo Camacho.


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