15 de septiembre de 2014

Pukara Grande se viste de colores para venerar a la Virgen de Guadalupe

Un arco iris de colores se forma con las polleras, ponchos, sobreros y plumas que lleva la vestimenta de mujeres y varones originarios de las 10 comunidades que abarca el Ayllu Bombo del Municipio de Huanuni, que veneran a la Virgen de Guadalupe, con música y mucha alegría.

Todos se concentran en la comunidad de Pukara Grande, que hoy es más accesible, con la construcción de un puente, obra que fue entregada precisamente el día del inicio de la fiesta el 6 de septiembre, a la que van llegando los comunarios de los diferentes sectores al son de bombos, quenas, zampoñas y otros instrumentos tradicionales del altiplano.

El puente se construyó encima de una antigua estructura de metal, que era parte del puente por el que pasaba antes el tren, hoy es una infraestructura hecha de cemento, por la que transitan los minibuses que llegan hasta esa localidad.

Poco a poco, en el centro del pueblo y fuera del templo en el que espera la imagen de la Virgen de Guadalupe, la gente se va reuniendo y hacen círculos, las mujeres por dentro y los varones por fuera dan vueltas al son de la música.

El 6 de septiembre es el Día de la Virgen de Guadalupe de acuerdo al Calendario Litúrgico, y se conoce que la Virgen de Guadalupe junto con la Virgen del Pilar, es también Patrona de todas las tierras de habla hispana "Patrona de la Hispanidad".

Se cuenta que en las dificultades, los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo frecuentemente invocaban a la Virgen de Guadalupe, por lo que levantaron templos dedicados a esta advocación mariana.

Los devotos venidos de Bombo, Villa Collo, Panti Pata, Janco Pukara, Cala Paya, Quehuallani, Vila Apacheta, Pata Huanuni y Pucara Chica, confluyen en Pukara Grande tocando sus instrumentos y bailando.

Pukara Grande está a 10 minutos aproximadamente del centro minero de Huanuni, yendo por la carretera hacia Llallagua desde donde se divisan los dos puentes construidos para el tren, por órdenes de Simón I. Patiño, el barón del estaño, que llegaban hasta Catavi.

Ataviados de ropa de colores intensos, como los rojos, amarillos, verdes, celestes, fucsias, rosados, y toda una gama de colores fosforescentes, los devotos, bailan mientras muchos de los pobladores, junto a sus autoridades ingresan al pequeño templo que está bastante deteriorado, pero que es un lugar de espiritualidad y respeto.

La misa fue celebrada por el padre Edgar Menacho, quien en su sermón llamó a los devotos a practicar la sinceridad, a decir lo que sienten y no retractarse.

Luego de la celebración litúrgica, cuatro mujeres sacan la imagen de la Virgen en hombros, y junto a las autoridades y el sacerdote recorren los arcos que son ofrecidos por los comunarios, y dan una vuelta por todo el sector en frente del templo, llevando con ellos incienso en un pequeño brasero.

Luego devuelven la imagen al templo y nuevamente comienza la música, y el baile de varones y mujeres. Los varones están ataviados con vistosos ponchos, de todo color, e incluso diseño, pues la moda actual son los ponchos estilo tarabuqueño, los sombreros son de ala ancha negros y llevan una pluma, cuyo color identifica a cada grupo.

Las mujeres se visten con sus mejores galas, cuyas polleras además de ser de diversos colores, son de diferentes tamaños, algunas cortas que dejan ver parte de sus muslos, además usan zapatos de tacón.

Sus sombreros son blancos pero adornados con diversidad de tejidos de colores.

Las autoridades originarias, luego de ser parte de la celebración religiosa, se dirigen a la casa comunal, en la que a través de un ritual, en el que participan los varones junto a sus esposas, piden permiso a sus deidades para continuar con la actividad, y luego desean que sea en buena hora la fiesta.

Ya en la casa de los anfitriones: el alcalde cobrador de Pukara Grande, Mauricio Ventura y su esposa, todos sentados en tablas acomodadas alrededor de un pequeño ambiente como bancas, con mucha calidez y sincero cariño, pero sobre todo con la sencillez que los caracteriza, se sirven la tradicional lagua, que una vez en el plato de barro, se coloca una roca volcánica, que previamente es calentada en una brasa, lo que además de provocar que la sopa ebullicione, le da un sabor diferente, pero nada desagradable al alimento.

Son algunas costumbres que aún se conservan en lugares como este, en el que el recibimiento a los forasteros es muy amable, y en los que la amistad se demuestra al compartir los alimentos, la danza e incluso un vaso de cerveza.

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