20 de julio de 2014

Fe en la Virgen de Urkupiña mueve a miles en Salta

Fe, respeto, confianza, amor y agradecimiento incondicionales e imperecederos son los principales rasgos que caracterizan a miles de devotos de la “Mamita de Urkupiña” en la provincia salteña de Argentina, que por primera vez recibieron en su tierra a la Virgen en medio de llanto, incredulidad, alegría, conmoción y devoción.

Al transitar por las calles de la ciudad de Salta e ingresar a varios centros comerciales y tiendas, llama la atención una imagen que usualmente se ubica al fondo. Una representación que aparece en un cuadro o una pequeña escultura que tiene alguna vela encendida, flores u otra ornamentación. Se trata de la Virgen de Urkupiña, o como los salteños la conocen: la “Virgen de la Integración”.

Según el director de la Sociedad de San Pablo de Salta, Felipe Medina, existe una imagen de la Virgen por cada familia. Incluso, indicó que de las 80 parroquias en la provincia, cada una tiene alrededor de 200 imágenes, lo que significa que hay más de 16 mil creyentes en una población de 1.200.000 personas.

Es así, que son muchas las historias asombrosas que se cuentan de milagros que sólo alguien superior pudo haber realizado. Este medio accedió a conversar con dos personajes representativos de la experiencia de la fe viva y creciente a la Virgen de Urkupiña en Salta.

Una de ellas es la residente boliviana oriunda de Sucre que vive en esta ciudad, Julia Mendoza Murillo, que contó que llegó a Salta hace 56 años. Julia relató que uno de los años en el que fue a Quillacollo para pedir a María de Urkupiña ayuda para superar sus problemas tras que su marido la dejara, la Virgen la protegió. “Logré criar y dar a mis tres hijos ropa, cobijo y alimentación”, contó la devota boliviana.

Después del milagro, Julia decidió llevar la primera imagen de la Virgen a Salta donde reside ya 25 años y es venerada, cuidada y adorada por muchos bolivianos residentes y salteños, que cada año realizan un festejo de integración el 15 de agosto, momento en el que regalan a la imagen de la Virgen joyas y le agradecen eternamente por las peticiones cumplidas con su intercesión.

Asimismo, la Virgen se manifestó en vida de Roque López, salteño que llegó a Quillacollo junto a su esposa, que no podía tener hijos, en 2004 para pedir a la “mamita” uno. Él cuenta que el chamán, en su idioma, le dijo que volvería al siguiente año para agradecer por la realización del pedido.

Es así que los esposos salen de Bolivia junto a una imagen de la Virgen y en el vientre una niña de cuatro meses a la que llamaron Milagros. Ella ya cumplió ocho años. Desde entonces, su casa se convirtió en un santuario donde se encuentra la imagen de la “mamita”, por lo que cada persona que pasa por el lugar le rinde homenaje persignándose.

Por ejemplo, Guadalupe, primera hija de la familia López Gallo, contó que cada viernes aparece en la ventana de su casa un clavel rojo. Con el tiempo descubrió que lo deja un hombre que fue alcohólico que estuvo a punto de morir, pero que después de pedir ayuda a la Virgen se renovó.

Este año, la Alcaldía de Quillacollo organizó la visita de la imagen de Virgen a Salta.



HISTORIA DE LA VIRGEN DE URKUPIÑA

El director de la Sociedad de San Pablo de Salta, Felipe Medina explicó que el inicio de la fe a la Virgen de Urkupiña en Salta comenzó con la fuerte migración de bolivianos en los años 90 a Argentina, por la economía próspera por la que atravesaba ese país.

“La gente venía a trabajar en tareas de servicio. Ahí trajeron el culto a la Virgen, las pequeñas colectividades bolivianas celebraban e invitaban a los alteños, porteños”, explicó Medina. Aclaró que por la cercanía, la cultura boliviana está entrelazada a la salteña, lo que incidió en el inicio del culto y los honores a la Virgen, “y fue pasando de mano en mano”, hasta convertirse en una celebración enraizada en las costumbres salteñas.

Afirmó que con el tiempo, la fe y los devotos a la “Mamita de la Integración” creció tanto que “hoy más salteños que bolivianos veneran a la Virgen”, que se constituye en un ícono de unidad y fraternidad.

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