17 de septiembre de 2012

Guadalupe Entrada: En debate otra vez excesivo consumo de alcohol

Ni los controles, ni las prohibiciones, ni las campañas preventivas evitaron la noche del sábado que la Entrada de la Virgen de Guadalupe se hiciera caótica y peligrosa. El culpable, una vez más, el excesivo consumo de bebidas alcohólicas.
Quedó demostrado el sábado que la Entrada tiene dos caras: una, en la que todo es alegría, folclore y devoción, y otra, en la que el único fin parece ser beber hasta perder la conciencia.
Esto último es lo que ocurrió la noche del sábado en el trayecto de la avenida Hernando Siles y también en el de la calle Aniceto Arce. Gente joven, sobre todo, bebía a placer.
De la Policía y los guardias de la Intendencia Municipal, se vio poco, sobre todo en la noche. Las vallas que había instalado el Gobierno Municipal ayudaban, en algo, a evitar el desorden en el lado derecho del trayecto, pero no ocurría lo mismo en el lado izquierdo, lo que provocaba mucho desorden.
Los danzarines se quejaban por ello. Había ebrios que se metían a bailar con ellos u ocupaban el trayecto, lo que estorbaba su paso.
Estaba prohibido vender y consumir bebidas alcohólicas. Las tiendas de esos trayectos igual los vendían. La gente tenía en sus manos o latas de cerveza o botellas con otro contenido alcohólico.
La Policía y la Intendencia Municipal, en grupos de cinco a diez personas, aparecían muy poco. Intentaban frenar el consumo, pero sus advertencias no servían de mucho. Demasiadas personas en estado de ebriedad para la gente de seguridad que intentaba poner algo de orden.
Parecía, de pronto, que se traficaba con la cerveza. Por ejemplo, una pequeña niña llevaba una enorme lata de cerveza en sus manos –su estatura así la hacía ver–, envuelto en papel periódico. O intentaba vender su mercancía, o alguien la había enviado a comprar el alcohol.
Se hacía peligroso transitar por la parte posterior de los espectadores. Se mostraban agresivos algunos jóvenes ebrios. Otros discutían y amagaban con golpearse.
Corría un mar de orines, mientras tanto, en las calles adyacentes. Daba repugnancia, y los zapatos se ahogaban por la acumulación de los líquidos. Era otra entrada, la de la noche, nada comparada con la que se había visto en el día, donde casi todo era agradable. Pocos baches y mucha algarabía.


EMAS
Los trabajadores de EMAS, una vez que concluyó la Entrada del sábado, limpiaron y retiraron toda la basura del trayecto. Sudaron la gota gorda. Tuvieron que retirar toneladas y toneladas de basura, esparcidas por todo lado y con orines de por medio, en algunos trayectos.

La palabra del Comité organizador

“Lo que se podría hacer es vender todo el trayecto de la Hernando Siles a los dueños de casa o a personas particulares. Así, ellos pondrían a disposición del público graderías adecuadas, lo que ayudaría a que haya más orden y control. Eso es lo que se tienen que hacer. No hay otra.
Y tiene que haber más control. La prohibición es peor. Hay que pedir ayuda al Ejército, si es necesario, para que haya un mejor control y para que no haya tanta bebida alcohólica.
La prohibición es peor. Hacen aparecer alcohol a ocultas. Anoche he visto (el sábado) cómo llenaban botellas desechables con trago. Parecía soda, pero no era. Y llenaban tragos infames.
Pero así es en todas partes. Nosotras, que hemos estado en toda Bolivia, que hemos ido a todas las entradas, sabemos eso: es peor todavía.
Pero evalúen ustedes, los medios de comunicación, para ver qué más se puede hacer” (Aida Acosta, presidenta del Comité de Festejos Virgen de Guadalupe).

Durante la Cacharpaya

No fue incluida en el programa oficial, pero tiende a crecer. Ya no son sólo las morenadas las que cogieron el hábito de despedir la fiesta en la Plaza 25 de Mayo, al día siguiente. Ayer también se sumaron otras fraternidades: una diablada y unos tobas.
Las poderosas bandas de las morenadas fueron las que pusieron la música, algunas al mismo tiempo, lo que les obligaba a tocar más fuerte. Los danzarines, mientras tanto –la mayoría–, curaban el “ch’aqui” con una, dos, tres latas de cerveza. Un pequeño camión de cerveza abastecía a los eventuales consumidores. Una diablada, mientras tanto, en el frontis de la Casa de la Libertad, hacia una exhibición de la danza.
La gente, los danzarines, se abrazaban y brindaban. Estaban despidiendo la fiesta.
En la tarde, una fraternidad de tobas también se dio el gusto de bailar en el frontis de la Catedral para despedir la fiesta, también con alcohol de por medio. En la estación Aniceto Arce, se apostaron varios vendedores, la asistencia no fue como se esperaba.

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