28 de febrero de 2010

La historia de la Fraternidad en la voz de cuatro diablos antiguos

De La REvista de La PAtria


Una invasión de luces paseaba por las calles de Oruro. Era el reflejo del sol que reverbera en los espejos del pollerín. Máscaras “horriblemente hermosas”--como diría Luís Bullaín-- impresionaban a los espectadores que perseguían a la Fraternidad hasta la plaza del Socavón. “Esos diablos daban unos saltos y unas vueltas impresionantes”, contaba la declamadora Esperanza Llanque, recordando a la Diablada de los “Pijes”.

Hoy esos diablos ya no están por las calles. Muchos dejaron la danza hace más de 30 ó 40 años. La careta está colgada y recostada en el salón. Los pañuelos bordados perdieron su color como las pequeñas fotografías ajadas por el tiempo. Sin embargo, la Fraternidad aun vive en el corazón de aquellos antiguos danzarines como Hugo Mendoza, Eduardo Veneros, Harry Gamarra y Julio Vargas. Este el testimonio de cuatro diablos en homenaje a los 66 años de la Fraternidad Artística y Cultural La Diablada, fundada el 25 de febrero de 1944.

HUGO MENDOZA ZAPATA

Hugo Mendoza lleva 87 años y mucho vigor para recordar inolvidables momentos junto a su Fraternidad. Ingresó a la institución en 1946, en el segundo carnaval de los “pijes”.

“Tuve una devoción muy especial a la Virgencita del Socavón. Me animé ingresar a la Fraternidad porque vi algunos amigos fundadores bailando, como Héctor Gutiérrez, José Encinas y Leopoldo Egido, pues, ingrese por intermedio de don José Niño de Guzmán”, recuerda Hugo Mendoza al señalar que en los años cuarenta el Sábado de Peregrinación comenzaba del Parque de la Unión, 6 de Octubre, Cochabamba, Washington y templo del Socavón.

El “Mozo del 900” --como también los conocen los fraternos-- comenzó a bailar en la “Cola” y conforme pasaron los años ascendió hasta guía de la fila roja y después de la verde.

Hugo Mendoza nos cuenta aquella anécdota cuando la Frater viajó a los centros mineros de nuestro país. Fue en Huanuni en la representación del Relato de los Siete Pecados Capitales. “Entonces el papel de ira lo hacía Walter Siles y nuestro ángel Guillermo Arias. Resulta que una alevosa intervención, la ira provoca tanto al ángel que éste toma su espada y golpea fuertemente al pecado hasta romper su espada de madera; no obstante, ante el siniestro, nuestro recordado ángel logró reemplazar su espada por otra de metal. Todo bien, cuando, en Uncía, en una nueva representación del Relato, nuestro pecado vuelve a arremeter con toda su ira contra el ángel, sin percatarse que esta vez la espada era una indestructible espada de metal. El ángel respondió con dos, con tres golpes contra la humanidad del furioso diablo que solo atinó a decir “ata tau”, “ata tau”, retirándose sin antes haber terminado siquiera su papel”.

El diablo Hugo Mendoza dibuja en la mente varios recuerdos, mientras enseña su primer pañuelo bordado de 1946 o aquel otro de 1950. Conserva hasta la primera casaca de ensayo de la década de los cuarenta.

Tantos recuerdos, como la oportunidad en que salieron disfrazados de los vagones del tren para bailar desde la estación de Cochabamba hasta el teatro Bustillos para la proclamación de la Hermana Predilecta de 1952. “Nos atrasamos por culpa del tren pero no fue inconveniente para cambiarnos y salir bailando por las calles, la gente nos siguió hasta el teatro, éramos la noticia del día por la novedad de nuestra Diablada”, cuenta Hugo Mendoza al referirse a las sonadas y bien organizadas proclamaciones que la Fraternidad realizó desde 1945 en el teatro Gran Rex o el Cine Imperio.

Fueron muchos años cuando la devoción prohibía sacarse la careta el Sábado de “Entrada” o la vez que los fraternos asistían a las actividades católicas como Semana Santa. “Los fraternos nos reuníamos a las seis de la tarde cada Viernes Santo para una procesión hasta el Corazón de Jesús. Salíamos de San Francisco con nuestras velas incluso con una banda de música, lloviera o no, no importaba”.

“No puedo dejar a la Frater…” relataba Hugo Mendoza mientras apretaba el botón de un grabadora con el casete de la orquesta Cosmos con casi todos los temas cantados de la Diablada. “A veces cuando estoy solo escucho este casete y me pongo a bailar” nos decía.

EDUARDO VENEROS ARIAS

Eduardo Veneros Bustillos ingresó a la Fraternidad en 1956, motivado por sus padres que estuvieron a cargo de los cargamentos de oro en acémilas para la Fraternidad. “Me acuerdo que mi padre César Veneros Bustillos era un amante de la Fraternidad. Siempre me impulsó para que ingrese a la Diablada. Mi primer Carnaval fue en 1957 y bailé hasta 1975 cuando mi hijo bailó y se quedó como mi reemplazante”. Baile ojo cerrado por la Virgencita y siempre pedí la salud de mis padres, de mi familia y de mis hermanos fraternos”.

Eduardo Veneros bailó el año que se formó la Diablada Ferroviaria, cuando hubo un momentáneo bajón por el éxodo de diablos fraternos a la recién creada agrupación diablesca. “Algunos fraternos que trabajaban en el ferrocarril se resistieron de no bailar, puesto que el sindicato obligó a todos ferroviarios, los que no acataron fueron Tito Aranda y Hugo Padilla, pero los castigaron y los mandaron a trabajar en los ramales por no ingresar con la Diablada Ferroviaria” cuenta don Eduardo, al reiterar su apasionado cariño a la entidad que le costó ingresar, porque tuvo que cumplir requisitos como el certificado de buena conducta de la policía, el certificado médico y dos testigos que avalen la honestidad de su persona.

Eduardo Veneros recordaba que el ángel Guillermo Arias encabezaba la tropa de los diablos, precedido del Lucifer y Satanás que eran Gualberto Herbas, Natalio Terceros, José Adrián Ocampo y las recordadas chinas de los hermanos Blancourt, Néstor Valverde, Carlos Villegas y muchos otros fraternos.

Era la época de las parodias de la Fraternidad. “Teníamos dos compositores Hugo Bustillos, Serafín Delgado y nuestro cantor Isauro Romano. Después de los desfiles del 10 de Febrero, en el bar Huari, a través de unas cervecitas, todos estaban iluminados y de ahí salían las composiciones de la institución” relata don Eduardo extrañando la Comunión General que se realizaba el domingo de Ultimo Convite, cuyas damas de la sociedad orureña ofrecían un desayuno para todos los diablos quienes cantaban y bailaban con ellas.

El baile era también diferente. Había mayor disciplina. “Por ejemplo la cueca bailábamos diferente levantando los piernas hacia el costado, no ahora como una patada adelante como si estuvieran pateando pelota. La Frater era el único conjunto que bailaba la cueca ahora todos bailan pero mal”, recuerda al destacar que se aceptaba todo menos sacarse la careta hasta llegar al Socavón.

HARRY GAMARRA

Harry Gamarra Durana no alcanzó a bailar para la fundación, pero siguió de cerca a muchos “pijes” que eran sus amigos. Ingresó a la Fraternidad en 1950 y de ahí comenzó una larga permanencia en la institución que recuerda y que quisiera volver a bailar para la Virgen, si otra vez fuera joven.

“Que te saquen la mugre para enseñarte a bailar” cuenta Harry Gamarra al recordar que no fue muy difícil, porque tenía que verlo bailar al “Quiwicha” Luis Vizcarra que era el guía de la fila verde.

“Recuerdo que las reuniones se hacían en la sede del CASCO que era una entidad deportiva ubicada en la calle Junín y Potosí. Ahí nos examinaban y preguntaban por qué queríamos bailar. Ese primer año fue difícil porque bailé con una careta de otro fraterno. Me asignaron el decimoquinto puesto y años más tarde tras regresar de Quechisla el ángel Guillermo Arias me puso como guía de la fila roja donde baile por quince años para ser, más tarde, jefe de danza y disciplina en la institución” cuenta don Harry al recordar que fue innovador de muchos elementos en la Fraternidad como la careta y el traje iluminado en 1964; o el pañuelo central con doble flecadura o los bordados interiores en los pañuelos laterales.

“Como jefe de disciplina adquirí por primera vez la luz negra para la Fraternidad. No es más nos dieron seis luces negras de alta potencia. Recuerdo que ese año apagamos toda la energía de la Avenida Cívica e instruimos para que los diablos coloquen papel fosforescente sobre su disfraz y su careta. Una vez prendida la luz negra el espectáculo era maravilloso. Ahora resta saber dónde está esa luz negra”, recuerda Harry Gamarra, sin olvidar que la Fraternidad fue la primera institución que utilizó los humos de colores en las demostraciones y fue su hija Gigi Gamarra la primera en estrenar una máscara de China Supay para mujer.

“Ahora muchas cosas han cambiado en la Fraternidad. No hay disciplina en la danza como las vueltas y la prosa que antes se bailaba” recuerda el diablo también conocido como “Lata jarro” que logró adaptar el Relato de la Diablada en 20 minutos para un festival latinoamericano en el Sesquicentenario de la República.

JULIO VARGAS

Julio Vargas es otro antiguo diablo. Ingresó muy joven, el año de 1950. “Por entonces mi padre tenía una panadería sobre la calle Tejerina donde los matarifes traían sus latas de alcohol para cocer algunas menudencias de res; fue así que vi los ensayos de los matarifes en la puerta del matadero. Recuerdo que quise ingresar al Corso Infantil con una careta que nunca me entregó el caretero Pánfilo Flores. Poco después, ingresé a la Fraternidad y con otros nuevos fraternos cocinamos para la banda de músicos o atendíamos como garzones a los diablos antiguos”, recuerda Julio Vargas al apuntar que los ensayos se realizaban en la “Llama Kancha” sobre la calle Junín, donde, antiguamente, llegaban los llameros con su carga.

La Frater llevó a cabo las mayores innovaciones. Cuenta Julio Vargas que las botas eran trabajadas por Zenón Ayala que las hacia especialmente para la diablada con estaquilla y maderas muy bien trabajadas “Las botas estaban inspiradas en las zapatillas rojas del ballet de Moscú y por eso decían las botas coloradas”, indicaba sin dejar de mencionar que las primeras manguetas con sus guantes surgieron en la Frater a mediados de los años cincuenta.

En esos años el programa del Carnaval era distinto. No pasaban de quince conjuntos folklóricos y la Fraternidad ingresaba a eso de las cuatro de la tarde. “Nuestra Diablada era el número estelar, era el conjunto más esperado, porque siempre presentábamos nuevos trajes y la gente nos seguía por las calles hasta llegar al Socavón. Otros conjuntos nunca fueron tan atractivos como el nuestro”, cuenta don Julio al señalar que después de la Entrada del Sábado se preparaban para la demostración nocturna en la Avenida Cívica, porque consideraban que el “público había recibido muy poco del espectáculo de la Fraternidad”.

Otro aspecto ya desaparecido era la Ch’alla del Martes de Carnaval donde se cumplían ciertas tradiciones. “El martes de Carnaval nos concentrábamos a las 9 en la casa de los pasantes y salíamos a ch’allar nuestro lugar de ensayo que era la Velasco Galvarro en el Mercado Campero. Ahí las caseritas nos invitaban y bailábamos con ellas y luego visitábamos los domicilios de algunos fraternos. Jugábamos con harina y agua, no éramos muchos alcanzaríamos todos a unos 150 fraternos”

Julio Vargas cuenta la historia del “Mechadito” en el viaje al Perú en 1964. Resulta que los diablos llegan a la ciudad de Puno y una vez instalados en un internado, el grupo de los “Pomalcas” decide tomar algunos tragos en la ciudad peruana, mientras tanto un grupo de los más jovenzuelos permanecen en el local y Julio Vargas precavido trae una buena cantidad de panes colisas y algunos refrescos. “Los más jóvenes no salimos y ahí el fraterno Ricardo Barrera revela que en uno de los equipajes de un fraterno, se ocultaba una piernita de cordero. No dudamos y dimos fin con tan suculento plato. Resulta que horas más tarde regresan los fraternos con mucha hambre. De esta forma cada uno ofrecía lo que tenía y el fraterno Fidel Luna ofrece su mechadito. Cuán grande fue su sorpresa al encontrar en su equipaje los restos y el hueso de tan devorado plato. De nada sirvieron las maldiciones y las averiguaciones. Todos callados”.

Aquel viaje fue uno de los más importantes, porque se demostró al país peruano de donde venía la Diablada y por qué esta danza era lo más representativo del Carnaval de Oruro. “Aquel viaje fue de gratos recuerdos y emociones. Con un poco de chispa, junto al fraterno Manuel Iriarte, se nos pegó la música peruana y empezamos a componer y cantar el siguiente estribillo: “Se acerca la madrugada/ se acerca el amanecer/ los diablos están bailando por las calles del Perú/ aunque no me quieras/ ya me has querido/ aunque me aborrezcas/ tu diablo he sido”, cantaba al señalar que en este viaje nació la banda 10 de Febrero y en 1965 la Fraternidad es el primer conjunto que ingresa con dos bandas de música.

Julio Vargas adaptó y compuso varias parodias como “Ovejerita”, “Cunumicita” “Destacamento Diablo” y “Caripuy Torrecita” entre otros. Hoy el antiguo diablo recuerda a su institución y no pierde la esperanza de regresar a la danza para demostrar la “prosa” del diablo.

Este es el homenaje a la Fraternidad, a aquellos antiguos danzarines que hace muchos años le dieron brillo y color a nuestro Carnaval de Oruro. Este el homenaje a recordados fraternos como Luís Vizcarra Cruz, “Pato” Martínez, Serafín Delgado, y muchos otros que hicieron temblar, tantos años, las calles de Oruro.






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